Laura Lorenzo no parece mala persona.
La mentalidad occidental, impuesta para este siglo por el cine y la literatura, suele atribuir a las personas una suerte que es reflejo directo de su actitud hacia los demás. Los "buenos" suelen hacer frente a la adversidad con entereza, asumen los dramas con coraje y buen ánimo y, al final, reciben su recompensa en forma de "golpe de suerte". Por contra, los "malos", viven en una opulencia ficticia y puramente material que termina en una catástrofe apocalíptica que los destruye, en un uso verdaderamente torticero del pensamiento católico occidental.
Es por todo esto por lo que ignoro la razón que justifica lo que le pasa a Laura Lorenzo.
Laura es una chica dura, independiente. Esa imagen transmite alguien a quien no conozco todo lo que debería, pero que tomó una serie de decisiones que dejan claro que no se amedrenta fácilmente.
Laura Lorenzo es la Laura que acompañaba al resto de nombres propios con los que Dominio do Bibei decoraba el borde de las hojas de presentación con las que acompañaba cada caja de 6, por ejemplo, de Lalama. Ese "Suso,Laura,David,Ana,Javier..." que era uno solo se convirtió en muchos distintos cuando Laura y otros abandonaron el proyecto de Javier Domínguez y volaron libres.
Y Laura, que es de la tierra porque sin tierra no es nada, se decidió a hacer lo que muchos le pedían y seguro que necesitaba; su propio vino. Y, para ello, no prefirió la comodidad de un alquiler en una zona de rentabilidad certificada, con viñedo en marcha o seguir trabajando para un tercero, opción menos racial pero sin duda alimenticiamente mas razonable. No.
Ella decidió, y por eso hablo de mujer dura y de respeto, que lo interesante era recuperar viñas perdidas de la mano de Dios en Ribeira Sacra, subzona de Bibei, al límite de lo trabajable, con pendientes de impresión y en parajes cuyo valor paisajístico es indudable, pero de difícil acceso y muy complicados para la viticultura. Pero es allí, en "Langullo", "Mendoia", "Soutipedre", "Valderodrigo" o "Seoane" donde Laura decidió hacer su vino.
Para empezar, como cualquier otro viticultor, hizo una inversión. Una inversión modesta, una suma de medios técnicos de lo mas imprescindible, modesta y necesaria. Y se lo robaron. Todo. Se lo robaron al poco de comprarlo y sin dejar casi ni que estrenara algunas cosas.
No se rindió, porque para ser de los que se rinden uno no se va al quinto comino a hacer un vino, así que continuó.
Al cabo de un tiempo, el fuego apareció. Incendios de los clásicos en Galicia, la Galicia a la que los que peor le quieren son los nacidos en ella que queman el monte por tan variopintos motivos que daría para un estudio pisco-social del nivel de estupidez que es capaz de alcanzar la mente humana. Fuegos que no afectaron en exceso a sus viñas, pero que a punto estuvieron de acabar con todo. Muy a punto.
Cuando el protagonista de nuestra película americana de acción veraniega esquiva varias balas siempre aparece un personaje, mas viejo y sabio que le dice algo del tipo "cuidado hijo, nunca sabes de donde vendrá el próximo disparo" (léase con el tono importado habitual del doblaje para Eastwood y compañía). Y como si de una especie de remake de "Las siete plagas de Egipto" se tratase, la siguiente que le cayó a Laura fue en forma de granizo. Una espectacular granizada. Granizo, pedrisco, saraiva, sarabia... uno de los fenómenos meteorológicos mas temidos por viticultores y agricultores en general, que devasta cosechas y destroza plantas y arboles frutales. En pleno mes de julio, cuando peor puede ser, una manta de granizo destrozaba gran parte de su viña, hace solo unos días. Un desastre.
Ian Morris, arqueólogo, especialista en el mundo clásico e historiador de origen británico que actualmente trabaja en la Universidad de Stanford, en su fantástico libro "¿Por qué manda Occidente... por ahora?" (Edit. Ático de los libros) hace un resumen somero y muy didáctico sobre el mundo en el que vivimos y su origen social y económico, pero para concluir hace una predicción que ilustra algo de lo que quiero hablar para definir porque creo yo que Laura Lorenzo logrará hacer un vino singular y muy interesante en algún momento de los próximos tres años.
Dice Morris que la humanidad está abocada a uno de dos escenarios posibles: Crepúsculo o Singularidad.
El primero, el Crepúsculo, sería un futuro devastado por las bombas atómicas en el que peligraría incluso la existencia misma de la humanidad.
Pero por contra, la Singularidad, llevaría a un futuro lleno de avances tecnológicos que lograrían en el año 2103, que el mundo lograse los 5.000 puntos de desarrollo social, unas seis veces más que los que se tiene ahora. 10.000 millones de habitantes poblarían la Tierra y estarían fusionados prácticamente con las máquinas, algo que no se si es positivo o negativo pero que el autor argumenta sobre datos estadísticos razonados y científicos.
Yo creo que Laura camina hacia la singularidad. Una singularidad basada en los datos que me dicen que de haberse rendido lo habría hecho hace tiempo. Datos que me dicen que no se merece ni la cuarta parte de lo que le pasa pero, ¿quien se lo merecería?. Datos que me hablan de rigor, de dureza, de fuerza de carácter para dedicarse a hacer vino desde los veintipocos por puro amor al vino.
No creo que Laura sea especial, creo que Laura es Laura y eso ya la hace especial. Como a todos, pero en su caso, con un plus de dureza inmerecida.
Yo no tengo dudas, tengo ganas de probar lo que hace, de saber hasta que punto el castigo recibido la ha hecho decidida, directa, sabia. Porque cada trastazo suma, no lo dudes. Cada golpe te hace crecer, o eso dicen. Tengo ganas de conocer la singularidad a la que nos llevará un robo, un incendio y el granizo en una persona que prefiere hacer vino en la cima del mundo antes que en la seguridad del valle.
¿Y vosotros?
* Fotos: De la pagina de Dominio do Bibei y del perfil de Facebook de Laura Lorenzo
2 comentarios:
Jooooooooder =8-(((((
... me ha recordado http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/191/el-hombre-que-ataco-solo/
Saludos,
Jose
Publicar un comentario