lunes, 13 de julio de 2015

Aquel país desconocido

Muy de vez en cuando se dan las circunstancias para que las cosas encajen en tu cabeza. Normalmente es una sensación efímera que desaparece a la misma velocidad que se presenta, pero es siempre un momento bueno que vale la pena recordar. A mi me pasa, muy de vez en cuando como decía, y una de esas veces fue este fin de semana.

Las noches en vela en mi vida han sido siempre bastante productivas y la de este sábado lo fue también. Es razonable creer que no todo ese tiempo de sueño perdido sea improductivo y doloroso y, para mi, en muchas ocasiones, las cinco de la mañana es una hora puente entre el mundo real y los sueños que uno debería estar teniendo. Y en ese contexto fue como pensé, una vez mas, en Star Trek y en "Aquel país desconocido".

Yendo al grano: la peli es la última de la tripulación histórica de la "Enterprise" la nave que el capitán Kirk y Spoke tripulan junto a sus hombres y mujeres por la galaxia. Es la última de los actores que iniciaron la serie allá por finales de los sesenta y a su valor nostálgico se une un mensaje muy concreto que me ha hecho pensar en algo. Se trata del año 1991 (cuando se rodó) y el guión, obra de Leonard Nimoy, refleja ese fin de la guerra fría en los personajes del imperio Klingon y la flota estelar, tradicionalmente enfrentados y en batalla constante. Los Klingon adolecen como imperio su incompetencia y la Alianza no se fía de ellos y blablabla.
Pero en un momento determinado, la narración hace mención a un pasaje de Hamlet (de donde también sale el titulo, por cierto) para hablar de como la desconfianza nos impide en demasiadas ocasiones avanzar. Para hablar de como nuestra tendencia a conservar, a actuar de una misma manera, de una manera conocida y confiable, nos impide aventurarnos mas allá y descubrir.

Shakespeare recurre en su obra en numerosas ocasiones al hecho de que los imperfectos seres humanos tememos mucho antes de admitir que lo que hacemos ha dejado de ser útil o necesario. Lo hace en Julio Cesar, lo hace en Ricardo III y en Otelo y casi todas estas obras hablan de como las personas dudamos, reculamos, cuando no negamos directamente la realidad antes de admitir que nuestra insistencia en el error es lo que está detrás de nuestra incapacidad para mejorar. O para evolucionar, simplemente.

Y todo esto, ¿para que?, diréis algunos. Todo esto para tratar de entender que el momento que vivimos es solo una estación de tránsito hacia algo que será mejor o peor, si, pero que nunca será igual que hasta ahora. Os diré porqué llego a esta conclusión precisamente ahora y que cosas han activado los mecanismos mentales que me llevan a ella.

La primera es ese recorte de ahí arriba de una entrevista a X.L. Sebio, viticultor y enólogo de O Ribeiro en el que tengo una especial confianza porque no se muerde la lengua y lleva décadas en este circo diciendo básicamente lo que considera correcto. Dice Sebio "¿Cuándo llegará la moda de los vinos buenos, esos que reconoce todo el mundo? (... ) Somos pequeños, hagamos cosas de pequeños". Es simple, es razonable, es directo y es imposible. El lo sabe y yo también, pero insiste. Y lo hace porque sabe que es la única salvación real a largo plazo para zonas tan minúsculas como O Ribeiro o cualquiera de la denominaciones gallegas, por ejemplo. Producir vino depende de dos factores: viñedo y tierra. Viñedo de una cierta calidad, con unos ciertos ratios de producción y que ocupe una superficie viable para la producción que se pretende lograr (en millones de litros). Todo lo que no pase por producir bien pasa por producir mucho y si, como es es el caso, produces poco y no muy bien (como la mayoría ahora en Galicia) estas muerto.

La segunda cosa que me lleva a la conclusión que luego indicaré pasa por este otro recorte de prensa sacado de "El Norte de Castilla" por Tao Platón (@TaoPlaton)  y compartido en twitter. En esta noticia el máximo responsable de bodegas PradoRey, un grupo industrial que elabora vino en Ribera del Duero y Rueda (mucho vino) sacado de cientos y cientos de hectáreas se lamenta porque "justo cuando mejores vinos se hacen en España el consumo haya descendido". Si, justo ahora. Ahora que el precio medio del litro en exportación está en 1,10€/L. Ahora que somos el hazme reír del mundo del vino con vinos naranjas, azules o espumosos de medio pelo. Ahora que estamos a un paso de hacer "vino sin uvas" o de mezclar el vino, ese que es por lo visto "el mejor que se ha hecho nunca", con jalapeños y ostras "a ver que pasa". Ahora que hacemos tan buen vino en Rueda que, según este mismo señor, "lo tiene todo para ser la mejor región de vinos blancos de Europa"  (me meo) es cuando nos planteamos que la coctelería es la solución para hacer llegar el vino a la juventud y mejorar las infames cifras de consumo de vino. Ahora.

El tercer elemento que me inspira en mi conclusión es este tinto de José Luis Mateo. Este Muradella de 2013 es todas las cosas buenas. Es la combinación certera de uvas realistas. Bastardo, Mencía, Mouratón, Garnacha Tintorera y otras procedentes de diferentes viñedos, zonas y suelos. Un vino caro, como casi todos los de Mateo, de los que se hace un número insufriblemente corto de unidades (lo que hay). Un vino realista con su historia, con su vida y con su futuro, que es sostenible si cuesta lo que cuesta y que, en su mayoría, se exporta a países donde lo valoran mas y mejor que aquí.
Es el vino que debería estar haciendo el 75% de los viticultores en la Galicia del vino que me gusta y que vale la pena. Vinos así de buenos, así de escasos y así de caros. Y no siempre, ojo. Hay añadas no tan buenas, aún mas escasas o en las que directamente Mateo decide renunciar a sacar al mercado una marca concreta.

El cuarto y último elemento que me lleva a la conclusión que luego comentaré pasa por este Spatlese alemán. Un riesling dulce de libro, golosina en nariz pero no falto de frescura y acidez para poder con multitud de platos. Un vino que, importado, no sube de los 20€. Un azote de sulfuroso, claro que si, porque a los autores de este Peter Jakob Rihn de 2010 les importa poco que la moda diga esto o lo otro y que se valoren mas los vinos sin sulfuroso, o de viticultura ecológica (este está certificado por Demeter, por cierto) o mas frescos o menos, o como sea. Cuando hacen su vino esperan hacer el mejor vino posible con lo que tienen. El vino que mejor represente su estilo, su tradición y cultura. El vino que los representa y los identifica. Y venderlo claro.

Hoy, en esta época, venderán mucho (o no) y en el pasado tal vez vendieron menos, o quizá en el futuro. O todo lo contrario. Eso importa, claro, pero relativamente poco. Lo que importa de verdad es que te reconozcan por donde vayas, que la gente te vea y diga "Ah¡, este vinillo es aquel dulce de estilo alemán, tipo....". Eso es lo que importa. Eso es lo que garantiza que, a veces mas y a veces menos, venderás. Siempre venderás. Porque la gente sabe qué es lo que vendes. Sabe quien eres y que pretendes. Sin mas.

La conclusión a la que he llegado es simple. Es primordial que lo entendamos. Hacer vino es un negocio. Uno humano, esencial, profundo y personal, pero al fin y al cabo otro puto negocio. Actuemos como si pretendiésemos vender algo. Entendamos que quien miente y manipula, quien paga barbaridades por acudir a ferias nacionales o mundiales, quien gasta miles de euros en anuncios y quien se caricaturiza en los "mass media" para dar que hablar lo hace para ganar dinero.

No sirve de nada todo esto. Esto de escribir para 4 se tiene que terminar. Lo siento mucho, pero es así. Somos un puñado de tontainas subidos al árbol gritando a los que pasan por el camino que hay debajo. No tenemos la mas mínima importancia, y lo sabemos.

Hagamos ruido. hagamos daño. Hagamos muchísimo ruido y hagamos muchísimo daño porque a día de hoy la conclusión a la que llego es que no pintamos un carajo y somos el hazme reír del mundo del vino. Si, si, hablo de nosotros. De todos nosotros. Seamos duros, seamos crueles, seamos valientes y arriesgados. Asumamos que no somos nada para, quizá, acabar siendo algo. Algo sucio y escabroso, odiado y odioso, algo bárbaro e irracional, pero algo al menos.

Es la hora de los sucios bastardos. ¿quien se apunta?  (si la respuesta es "nadie" quedará confirmado que mi conclusión era acertada. Es una pena)

"Aquel país desconocido" es la historia de un tiempo que cambia y de algunos protagonistas de la historia empeñados en no apartarse a un lado...¿a que me recuerda?.












* Fotos de mi autoría y sacadas de twitter y Facebook, en su caso.






3 comentarios:

Mariano dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Mariano dijo...

Brillante como siempre amigo, casi una arenga, a la que me sumo!... Eso si, lo de los tarados gritando desde los árboles es tan cierto como duro...

Dicho esto saco al Sheldon Cooper que llevo dentro... Mr. Spock por favor!!!!

José Luis Louzán dijo...

Gracias amigo. La verdad es que mas que arenga es foto fija de lo malamente que comunicamos nuestras "verdades" y las maravillas que conocemos.

Te apunto para la formar parte de la "banda criminal" :-)

Abrazo