miércoles, 26 de marzo de 2014

La importancia de llamarse Ernesto.

Al hilo de varias conversaciones de diferente índole se me ocurre una reflexión al respecto de varios hechos constatables en el mundillo del vino en épocas recientes y dignos de comentario.

Vivimos un tiempo difícil en varios sentidos. La crisis es la que es, eso es evidente, y esto ha provocado cambios profundos en lo referente  al modo en que se comercializa el vino, a que vinos se venden y a cuales no, he incluso al precio medio de los vinos en determinadas zonas.

Que lejos quedan ya los precios medios por encima de los 20 euros para gran parte de la Ribera o la escalada de otras zonas mas o menos desconocidas que ofrecían de repente vinos de origen mas o menos inhóspito. Uvas extrañas en emplazamientos inesperados que devenían en vinos, eso si, criados en roble americano y a precios exhorbitados. Esto terminó a la misma velocidad que desaparecía el dinero del ladrillo.

Se abre entonces un momento digno de mención que yo sitúo al inicio de 2010 y que vive su momento cumbre este año y con continuación en el tiempo. Hablo de la búsqueda de la diferenciación entre los grandes distribuidores de toda la vida a los que una parte (pequeña) de la hostelería pide marcas de esa nueva gama de vinos de los que lleva oyendo hablar y a los que no hacía ningún caso para diferenciarse de la competencia cada vez mas cerrada y feroz. Vinos de escasa producción, de zonas poco o nada comerciales y de precio contenido o abiertamente alto, pero justificado en una exclusividad y escasez públicas y notorias.
Esto de lo que hablo se puede apreciar en el caso "El Pecado" y en la serie de vinos que Guimaro embotelló alrededor del éxito de Raúl Pérez en la Ribeira Sacra. B1P, B2M, Capeliños...Pedro lleva años dando diferentes denominaciones a lo que en gran parte era "El Pecado" y esto se sabía en el sector hostelero.

En pocos años, de ofrecer esos vinos con escaso éxito fuera de un restringido circuito de interesados se pasó a tener verdaderos problemas para poder cubrir la demanda de ellos y directamente a no poder atender (con lo que esto conlleva) a muchos clientes que, sin consumir vinos de este tipo, se subieron al carro en base a su demanda de otras referencias. Y esto a pesar de un incremento en el precio que, sin ser exagerado, ha sido constante en el tiempo.
Se trata unicamente de un ejemplo, pero para mi a este lo acompañan otros mas evidentes, que entran incluso de lleno en el terreno mas restringido del comercio del vino en Galicia; el chateo.

Hasta 2008, pensar en que en las pizarras de los principales locales de chateo en A Coruña o Ferrol pudiera haber algo mas que Riojas y Riberas (y el tinto de la casa, como excepción) era una utopia. Hoy, en esas pizarras, el 20% (como media) son vinos gallegos o del noroeste e incluso alguno es blanco (mas allá, insisto, del blanco de la casa).

La pregunta es; y esto, ¿Por qué pasa?. Y aquí se propone una lista de hechos a los que culpar, en diferentes porcentajes.
Primero: el mercado. La realidad es que la crisis ha hecho mella en todo aquel local que no tenía algo de especial (localización, oferta, tipicidad...) provocando que aquellos mas o menos posicionados buscasen rasgos diferenciadores o, como mínimo, mejorar sus selecciones.
Segundo: el publico. La gente que sigue gastando en vinos (por copa o botella) a partir de ciertos precios quiere mas. Mas variedad, mas distinción (por diferencia) y mas parafernalia. Quien está dispuesto a pagar 3 euros por copa quiere que pase algo que diferencie esta de otras porque sino, simplemente, gasta menos en un vino mas comercial y conocido.
Tercero: La distribución. Los portafolios de los principales distribuidores se han enriquecido con vinos auténticos y diferentes a la oferta comercial mas tradicional.

En cuarto lugar quiero hablar de algo que, ademas de influir en todo lo que trato de teorizar, tiene muy probablemente un papel fundamental en el éxito futuro de los vinos que a la mayoría nos gustan en el duro mercado del día a día. Se trata de la exposición publica de esos vinos, de los viticultores y sus proyectos. Se trata de las ferias.

"A emoción dos Viños", es una de esas ferias que cada año nos congrega a un importante grupo de periodistas, comerciales, aficionados y "frikis" en general en Tui (Pontevedra). Se trata de un evento crucial, que da visibilidad publica a vinos desconocidos para el gran publico a una dimensión mayor cada año (lleva tres).  En un mismo día y en un mismo emplazamiento se dan cita bodegas de lo mas autentico de los vinos gallegos y portugueses con apuntes de otras zonas y lugares. Vinos difíciles de encontrar fuera de ciertos círculos y que aquí los distribuidores encuentran juntos y dispuestos a ser degustados, saboreados y aprehendidos. No existe en Galicia un evento de estas características (las ferias existentes son puramente comerciales y organizadas por la gran distribución) y el peligro de que desaparezca es grande. "A Emoción..." nace del amor por estos vinos del gran Antonio Portela y de Marina Cruces (Viñoteca de García. Tui) que cada año hacen números y equilibrios para lograr algo inaudito; un espacio de referencia para el vino de verdad en Galicia.


Aquí es donde se perciben los cambios. Aquí, entre las mesas que cada año ocupan el claustro de la Catedral de Tui (toma enclave) se dan cita las novedades, los autores, los proyectos y sus vinos, a disposición de negociantes, periodistas y publico en general.

Como en todo existe un peligro, inherente a casi todo aquello en lo que existe dinero (o la posibilidad de conseguirlo) y notoriedad. Los divismos.

No hablo del bueno de Antonio, ni de "A Emoción...". Hablo del peligro real de que personas o entidades decidan que, al calor de estos cambios, no estaría mal aprovechar para sacar tajada. Para relucir aprovechando el brillo de estas incipientes brasas. Como escribiera Wilde en  su "La importancia de llamarse Ernesto", al respecto de la seriedad frente a la impostura, a veces es mejor parecer que ser, cuando de lo que se trata es de llamar la atención y ocupar lugares que ni le corresponden ni le son propios. Ojo con esto. El vino autentico, el verdadero, lo defienden un puñado de comerciantes, distribuidores y escritores. Como con el presidente Suarez, el numero de personas que lo loaron masivamente a su muerte es inversamente proporcional al numero de los que lo dejaron totalmente solo en 1981. No dudéis que si algún día los Albamar, Nanclares, Issue o similares triunfan entre el gran publico, un buen puñado de elementos de los que guardan silencio o recomiendan ahora mismo albariños de cooperativa se subirán al carro del "siempre confié en ellos". Está cantado.

Este es, en mi opinión, uno de los principales peligros de los cambios. Unos cambios que no se si serán o no realmente positivos o si, tal vez, acaben por resultar profundamente negativos (diluir estos vinos en una masiva oferta de Rioja y Ribera tampoco resulta una agradable visión) pero que como todos los cambios merecen de un momento de atención antes de ser desechados o criticados.

Esta es solo una visión pero sospecho que desde cada lado de la barra o el escaparate la lectura puede ser diferente. De eso se trata, ¿no?.



*Fotos. La web y observatoriodevino.com

jueves, 20 de marzo de 2014

Premios.

Hay algo pornográfico en dar un premio. Algo lascivo, exhibicionista si me apuran. Se trata de otorgar a alguien, de motu propio, la potestad de ser el mejor en algo. Y esto, ojo, de modo abierto y a la vista de todos. Cuando mi niño me regala una de esas cosas con el letrero de "el mejor papi del mundo" todo queda en casa, entre nosotros. Otra cosa es que lo hiciera en el escenario del Kodak Theatre en Hollywood, California. Esa sería para morirse.

Entregar un premio es cuanto mas complejo según sea de pequeño el mundillo que motiva la entrega de premios. No hay premio taurino que no genere tensiones, o interpretativo (Oscar, Goya...todos traen cola). Y ya no hablemos de fútbol. Reciba quien reciba el Balón de Oro siempre hay críticas y una larga lista de agraviados por no haber sido elegidos como los mejores futbolistas del mundo.

Porque hablo, claro está, de premios otorgados por la voluntad de unos y ante la aquiescencia de los demás. No hablo de la Bota de Oro (para los no futboleros, premio que se otorga al mayor goleador de las ligas europeas). Aquí gana el que mas goles marca. Sin opiniones, valoraciones ni zarandajas. Esos, los premios valorativos, son otra historia y merece la pena hablar de ellos.

Hay que ser valiente para dar un premio. Este pasado martes se dieron en Compostela los "Magnum" del vino gallego, que otorga el Instituto Galego do Viño. Son seis premios a diversas facetas del mundo del vino, desde la promoción, el mejor vino, la mejor bodega (como colección de vinos), mejor sumiller, vino revelación y una ultima categoría del tipo "a toda una vida" dedicada al vino (en el buen sentido, capullos).

Debo decir que de los premiados este año en varios casos no coincido con el jurado ni de lejos. Ni por error. Y debo decir que lo raro sería que coincidiese. Digo esto porque al fin del evento se nos ofreció un muy rico ágape donde se pudo charlar y comentar la jugada y mi impresión, como siempre suele pasar, es la de que nadie estaba de acuerdo en nada, lo cual también es lógico porque somos humanos, gallegos, y nos gusta el vino. Esto ultimo va al caso de que somos gente de natural inconformista y, cuando se dan premios, nos gusta la controversia.

En realidad lo que acabo de decir no es del todo cierto. Un premio si congrego cierta unanimidad (95% al menos) entre aquellos a los que pude consultar. Fue el otorgado a Bernardo Estévez y el Issué de 2010. Vinazo. A mi también me lo parece, aunque se que hay quien no quiere verlo delante y afirma sin ambages que está cargado de defectos. Por eso el 5%...

Yo creo, y esto lo digo con conocimiento de causa, que desarrollar un acto como el del martes, reunir a medios de comunicación y profesionales, ofrecer un acto de entrega de los premios y acertar en la identidad de los premiados y hacer todo esto bien es directamente imposible. Otra cosa es que hubiese premios que entre algunos de los presentes resultaron, por la identidad de los premiados, directamente hilarantes. Hablo (lo digo abiertamente) del premio a la mejor divulgación del vino. Y no porque Luis Díaz o su especial en ese diario regional no lo merezca (Luis mucho, sin duda). Lo digo porque no queda bien estar en misa y repicando, "no plato e mais na tallada", ser parte y repartir, etc.
Patrocinar un evento y que te den un premio es, como poco, falto de elegancia. No hablo de merecer o no, insistió, hablo de estética.

Otro premio de los celebrados de verdad es el que se entregó a Gerardo Mendez,  de quien recuerdo un Do Ferreiro de 2007 espectacular que me introdujo ya sin remedio en la linea de los fanáticos  de ese albariño tan desconocido; el autentico. Gerardo merecía un reconocimiento y no está mal que le llegue ya, aunque creo que el se siente reconocido cada vez que uno abre una botella, por ejemplo, de Tomada do Sapo y se le abren los ojos.

No se si está bien o mal dar premios. Se que en ocasiones recibirlos es bonito y lo digo no habiendo recibido nunca (ni mereciéndolo) ninguno. Pero si se que hay cosas peores que dar premios: que los que lo reciben no valoren su importancia. Y al menos dos de los premiados el martes no solo no tenían cara de estar recibiendo un premio, sino que parecían lamentarlo.

Tal vez sean cosas mías. En definitiva, bien por la organización que se atrevió a sacar de lo privado unos premios en mi modestísima opinión importantes y necesarios y bien por los nominados, que aguantaron a lo Meryl Streep el tirón de no recibir un premio que, en algún caso, debió recaer en ellos/as. Elegancia, aquí si, a raudales.

Esperemos a 2015. A ver que tal...





*Fotos. la web, mi autoría y A. Ballesteros.

martes, 11 de marzo de 2014

De ricos vinos baratos y otras cosas increíbles.

Me dan ganas de empezar la diatriba de hoy parafraseando "Blade Runner" y su ya muy manido "He visto cosas que nunca creeríais". Le queda de maravilla al pensamiento que me ronda.

He visto cosas que nunca creerías. He visto a gente que discute lo notable de los vinos gallegos aplaudir vinos industriales solo porque cuestan menos de 10 euros. He visto a restaurantes de postín defender cartas de vinos hechas a golpe de sombrilla y terraza gratis. Y ni siquiera están mas allá de las puertas de Danhauser.

He visto tiendas de vino cerrar por doquier por la nula capacidad crítica de quienes deberían comprar en ellas el vino (y no en el Mercadona). He visto un certamen anual donde se eligen a ciegas vinos por debajo de 10 euros donde la mayoría de los finalmente elegidos rozan ese precio (creo que no me equivoco pero, si es así, que me corrija el Master). Pocos he visto que se pudieran encontrar a 5 o menos. Insisto, escribo de memoria, pero tengo fe en esta.

Los vinos que valen la pena cuestan dinero. Esto es una generalización algo absurda, pero lo es por una razón. Es muy difícil hacer un buen vino y hacerlo en cantidad suficiente como para que cueste menos de 6 o 5 euros. Un calculo simple y directo servirá para ver de que hablo. Si uno quiere beberse un buen vino por 5 euros (PVP) es porque de la bodega ha salido a menos de 3. A los impuestos correspondientes hay que sumar los costes de distribución inherentes a vender "equis" miles de botellas. Supongamos que nuestro vino sale de bodega a ese precio (unos 3 euros). Produciendo 100.000 botellas obtendríamos (vendiendo toda la producción integra, algo poco probable) unos 300.000 euros. Si sumamos los costes de vendimiar unos 100.000 kilos de uva (aproximadamente) en personal, maquinaria para la elaboración, tanques de inox., etc y le unimos botellas, corchos y otros productos ese dineral se nos va en menos de lo que pensamos. Así que, para que resulte rentable, uno debe producir mas de 100.000 botellas y esto implica hacer al vino cosas que a mi, como es sabido, no me terminan de gustar.

En el entendido de que es posible que un vino que cueste de 5 a 6 euros pueda estar bueno (¿por qué no?) también deberíamos admitir que para llegar a hacer viable la comercialización de ese vino han tenido que operarse sobre su elaboración con productos o técnicas que a mi particularmente no me gustan ni necesito. Es por ello que si alguien (yo por ejemplo) discute que ciertas técnicas y productos no deberían formar parte de la elaboración de un vino no pueda por menos que considerar inadmisible que se usen esas técnicas en vinos de cualquier clase. Incluso los baratos (o precisamente estos). Esto ultimo es algo personal, pero creo que se debe marcar en alguna parte una linea. Y que esa linea ha de ser traspasada el menor numero de veces posible (al menos conscientemente).

Tiendas de vino. Tiendas de paté, de mostaza, panaderías, tiendas de queso y charcuterías. El centro de París es una delicia por muchas cosas pero para mi, siempre, la mas llamativa es ese pertinaz respeto por el artesano de la comida y la bebida. Que bien nos vendría un poquito de ese nacionalismo...


*Fotos en la web de Herpasur y de una vinoteca.