Un año más de vida, un año más de vino y un año más de blog. Este es el primer año completo de esta trastienda y no ha sido el último de purita casualidad. Este año no lo guardare en los archivos históricos de mi vida... mas bien se ira a la papelera salvando, únicamente, algunas comidas, algunos amigos y amigas y algunos ratos.... y algunos vinos. No mas de una docena que me han ayudado a entender y delimitar mis gustos, que me han ayudado a crecer en conocimiento (poco, pero eso es culpa mía) y a decidir que si y que no me gusta dentro de este universo, de que zonas quiero saber y probar mas y de que zonas no tengo especial interés en saber nada mas mientras no cambien sus modelos productivos, trasnochados y maltratadores del viñedo y del vino. Esta de aquí abajo no es nada más que una selección de las cosas que me han llamado más la atención en cuanto a blancos y tintos gallegos. Ni premios, ni primeros ni segundos ni nada. Los que son separados en blancos del año (albariño o godello) y con madera y tintos mencia y otros con y sin madera... mas una cosa que no tiene nada que ver que ninguno de los demás. Estos son;
LOS VINOS DE LOS QUE ME ACUERDO (I)
Blancos (Categoría Rías Baixas de 2008);
Tricó 2007: Cosa rara el primer vino en solitario de José A. López (Lusco y Morgadio). Albariño de raíz, varietal y que me sorprendió por una acidez nada recurrente y que, contra lo habitual, no actuaba en boca "contracorriente" sino mas en la línea de un riesling común (acidez por frescura pero que ayuda sin agredir al comensal, a eso me refiero). Fruta de aroma intenso y profundo. Notas florales, de melocotón y albaricoque), herbáceas y balsámicas. Vino mineral (si es definible esta característica). Una alacena de sabores y aromas nada usual en los albariños de la última década y media. Una interesante novedad. Espero ansioso el 2008...
Leirana 2008: Si existe el antagonismo este esta en las manos de Rodrigo Méndez. No entendido en cuanto a lo contrario sino en cuanto a lo diverso. Porque, para quien a lo largo de su vida pueda haber probado una docena de albariños de Meaño, del mismo corazón de la DO, este Leirana le sorprendería hasta el disgusto. Para otros, de paladar mas abierto o dispuesto este albariño les habrá parecido lo que a mi, la "tercera vía" del futuro de una DO sobreexplotada y de una cepa abusada por una industria disfrazada de bodega. Leirana es directamente Salnés. Sin anestesia. De color amarillo paja, en nariz es fresco a rabiar, expresivo, fruta y mas fruta, algunos apuntes herbáceos y limón para terminar. Lo mas fresco del año...
Attis 2008: Me insisten algunos que no, que este vino no es de esta "corte" y yo insisto "no es corredor de cien metros, esto va para largo". Y todo esto porque lo que Robus puede ofrecer lo ofrece (y no, no es trabajo en la viña ni sacrificios en el campo). Robus ofrece continuidad, una idea clara de lo que quiere y paciencia... algo de lo que solo un puñado de bodegas en las Rías baixas puede presumir. Mientras otros con más preparación trabajan para ofrecer un vino que se muestra con capa baja y color amarillo verdoso y que en nariz recuerda quizá más a los vinos de O Rosal que a otros más afrutados. Fruta con hueso de todos modos, cítrico y un envolvente aroma a ¿eucalipto?. En boca es fresco sin llegar a otros excesos, con un final cítrico pero lejos del limón y mas próximo al pomelo. Singular, lo menos que puede pedírsele a un vino de 11 euros en tienda...
Blancos (Categoría Rías Baixas con madera);
Nana 2007; La evolución hacia adelante de este barrica es de tal magnitud que cualquier parecido entre aquel primer Nana donde la vainilla aparecía en primer termino y este de anteayer donde la comunión es directamente asombrosa, es pura coincidencia. Nana es un proyecto y como tal necesita ajustes pero por estilo, carácter y presencia es uno de mis albariños en madera preferidos. La gracia estará en probarlo dentro de un par de años... y ver que pasa.
Goliardo "A Telleira" 2007; Otro "must" por múltiples razones (entre ellas la mano de Raúl Pérez, si) pero sobre todo, de nuevo, por ver como la acidez de estos vinos se comporta a la hora de dar mayor o menor (y mas rico o menos) recorrido a estos vinos en barrica. Por exclusivo, diferente y nada tramposo es otra de mis referencias del año..
Zárate "El Palomar" 2005; Es sin duda, para mi, el mejor pero vive bajo el recuerdo de aquel genial 2005 de peso en boca y cualidades dignas de cualquier Chablis (salvando claro las distancias). Pero la duda que me cabe es la de siempre ¿no será todo cuestión de tiempo en botella?. Estos tres vinos me han dado a entender que se puede hacer buen albariño en barrica pero este en concreto (el 2005 mas que este, pero continuando en la actual añada) me hace concebir sinceras esperanzas de ver un día Rías Baixas en barrica al nivel de cualquier Montrachet... cada uno en su contexto varietal.
Blancos (Categoría otras uvas, otras DO`s);
Viña de Martín 2008; Capitulo a parte merece este Ribeiro, al igual que otros dos vinos a base de Godello. Luis Ángel Rodríguez es un vigneron en el sentido más francés de la palabra y sus vinos son su garantía. En el caso que nos ocupa la Treixadura alcanza niveles inimaginables hace solo 20 años en esta menospreciada y desprestigiada DO, autora de barbaridades como los arrancados de cepa autóctona para plantar Palomino jerezano en su lugar, o el abuso de la madera de castaño y el vino a granel como prácticamente única forma de producción y distribución. Tiempos que a la vista de este blanco de raza, afrutado, denso, graso y de largo recorrido, donde la uva albariño se integra para aportar mayor recorrido a la frescura natural de la Treixadura. Vino de paso fácil y goloso que supera al 2007 pero que deberá pasar, como añadas anteriores, la prueba de la crianza para convertirse en "Escolma".... o no.
Triay 07; Godello de Monterrei que me sorprendió sobremanera por lo escandaloso de su relación calidad-precio. Godello floral, perfumado, de cualidades cítricas pero más recogidas, herbáceo y mineral pero integrado en una dulzura extraña y melosa. Todo eso en escasos 6 euros por botella. Toda una lección de Godello bien hecho, en contra a lo tumultuoso de otras DO´s, como Valdeorras, donde esta añada no pasara, al menos para mí, a la historia. Una joya descubierta donde no esperaba gran cosa de la dama blanca del noroeste.
Lapola 06; Y si en fresco la Godello me supo bien en Monterrei, en crianza me sabe en la Ribeira Sacra. Dominio do Bibei hace muchas cosas bien y esta es una de las que mejor hace. No se trata de un 100% pero predominan las características de ese 60% ante la complementación del restante 40% de Treixadura, Torrontes y Dona Branca. Criado en barricas de roble francés de 600 litros, una parte de el (un 15%) pasa por depósitos ovales de hormigón de 750 durante 15 meses con sus lías antes de ser ensamblado. Y 16 meses más en botella. Las cosas no pasan solas en el mundo del vino, no....
Hubo mas, iguales e incluso mejores pero no eran gallegos y no me siento ahora mismo con capacidad para hablar de ellos... pero no olvido los riesling, el Planeta Cometa o los vinos de Mario Sergio Nunes. Otro año les tocara, este la relación de arriba fue mi preferida en Galicia. En unos días los tintos....
Blog sobre vino, mis vinos, los que me dan la vida y los que me quitan el sueño.
miércoles, 30 de diciembre de 2009
jueves, 17 de diciembre de 2009
La perla de la cocina
En ocasiones las apariencias engañan. Quien conozca Marín (Pontevedra) sabe que son algunas sus virtudes pero evidentes sus inconvenientes. Al hecho de una nada agradable fachada marítima (en mi humilde opinión) se une, por encima de todo y de todos, ese olor. La culpa es de la principal industria de la localidad, la papelera que ENCE tiene situada a la entrada de la ría Pontevedresa, que día si día también produce ese peculiar olor, entre lo podrido y el excremento. Con estos entrantes la cosa tiene que salir mal. Pero no.
Marín es un lugar tranquilo, de los que no quedan, girando desde hace décadas alrededor de la escuela naval y de los "Cadetes Guardiamarina" con sus uniformes azules, calle arriba, calle abajo, aprovechando sus escasos minutos fuera de la Academia. Pero desde este pasado domingo Marín es, al menos para mí, la sede de un establecimiento tan incomprendido por sus vecinos como genial en sus planteamientos. "Allo e Aceite" es la obra de un joven profesional, Pablo Romero. Sito en pleno centro de la localidad, ofrece un comedor moderno sin estridencias, agradable y espacioso, de los que apetece estar y charlar en larga sobremesa.
Allí nos reunimos un grupo de individuos (por ahora llamémosles solo grupo) en aras a calibrar la cocina de Pablo y los vinos de José María, Régoa, uno de los Ribeira Sacra con mas personal estilo y clase de los que conozco y que, año tras año, avanza por el camino de los grandes vinos. Así que, aunque no es mi costumbre, voy a desmenuzar plato a plato lo comido y botella a botella lo bebido, que fue mucho y muy bueno.
Empecemos. Primero por una Empanada de Zamburiñas de la casa, sorprendente textura, masa mitad Trigo mitad ¿centeno?, que resultaba agradable compañía a la zamburiña y a una cebolla caramelizada de lujo. Buen principio. Para no entrar a saco en terreno de los tintos Mencia, el amigo Mariano, de todos conocido, se trajo para acompañar un Maccon-Fuissé de 2007, Chardonnay de Joseph Burrier, exuberante, casi meloso pero con un algo de acidez. Rico y sugerente.
Entrando en harina con este mismo Chardonnay degustamos un primer Salmón Marinado con mostaza, estupendo. Salmón bien cocinado por el marinado, fresco y de suave textura, nada gomosa ni correosa. La conjunción con el Chardonnay fue plena.
Seguimos el paseo por la cocina de Pablo con mi preferido de la tarde, el Pulpo con crema de San Simón. Me tiene conquistado este queso cuando se aprovecha bien y en su unión con un buen Pulpo da lo mejor de si. Bajo el cefalópodo una hoja de espinaca que provoco entre los presentes dudas (¿será un alga?). Plato de gran altura, pulpo muy bien hecho, temperatura excelente. Para mí un 10.
El pescado y sus adláteres terminaron con un taco de Atún Rojo con crema de cebolla y vinagreta de Soja. Muy logrado el atún, que se deshacía con facilidad en hojas de jugoso y bien trabajado pescado. Punto de servicio muy logrado, y "socios" (la vinagreta y la cebolla) a la altura del conjunto. Por poner una pega, el Atún, con todo, parece ya fuera de temporada...
La carne entro en el Lomo de Buey con crema de Queso de Arzua. Tal vez la propuesta mas floja. Todo estaba correcto pero después del espectacular arranque la calidad del producto central (el buey) no quiso acompañar. Para mi un problema no vinculable a la elaboración, bastante básica y tratando de explotar las cualidades de la carne que, repito, estando bien no estuvo al altísimo nivel del resto del menú.
Entrados en materia dulce, la Crema de Chocolate y helado de Turrón fue un chispeante modo de entrar en la fase final del ágape, mientras la Torrija con helado de Vainilla y Toffe directamente es el culmen perfecto para una comida. La Torrija es todo lo dulce que debe ser un dulce sin apabullar a un maltrecho paladar como el mío. El contrapunto del Helado afina los contornos del sabor y ayuda a demostrar que el "prota" del plato es la Torrija. Rico final.
Los Petit Fours, el estimulante Gin tonic en vasito y las trufas, un colofón vicioso a todo lo comido. Es, probablemente, el mejor menú en RCP que he comido nunca (eso, si el precio previo que yo conocía por persona fue el que se pago, dado que fuimos finalmente invitados)
En materia vino y de lo que puedo contar. Sigue viento en popa la evolución para bien de los Mencias de José María Regoa. El 2006, mas varietal según la mayoría de los presentes, se asoma tímido pero abre en aromas clásicos, miel, cerezas, la madera prácticamente ya fusionada al vino y solo aliada de la voluptuosidad y el cuerpo. Nada que ver con la primera vez que probé este vino, hace camino de dos años. El 2007, para mi, más abrupto pero también más rotundo, de formas más claras. Vino de potencia por controlar pero casi conjuntado ya. Para mi vino hecho.
De Régoa TN solo diré que hace tres meses lo probé por última vez y la evolución es cada vez más palpable. La madera presente y correosa de hace meses se ablanda cada vez mas y la fruta comienza a ser no solo protagonista sino incluso exagerada en frambuesa, cereza o moras. Especiados contenidos y más viveza que sus hermanos, más nervio, más clase. Aún habra que esperarlo.
Reunión que se extendió porque cuando se esta a gusto se nota y donde, como suele pasar, se hablo de lo divino y lo humano... por cierto, reunión sin nombre porque aún no ha salido uno adecuado. Dejémoslo así... hasta la próxima, claro
*Las fotos, todas, de Mariano Fisac, con su permiso.
Marín es un lugar tranquilo, de los que no quedan, girando desde hace décadas alrededor de la escuela naval y de los "Cadetes Guardiamarina" con sus uniformes azules, calle arriba, calle abajo, aprovechando sus escasos minutos fuera de la Academia. Pero desde este pasado domingo Marín es, al menos para mí, la sede de un establecimiento tan incomprendido por sus vecinos como genial en sus planteamientos. "Allo e Aceite" es la obra de un joven profesional, Pablo Romero. Sito en pleno centro de la localidad, ofrece un comedor moderno sin estridencias, agradable y espacioso, de los que apetece estar y charlar en larga sobremesa.
Allí nos reunimos un grupo de individuos (por ahora llamémosles solo grupo) en aras a calibrar la cocina de Pablo y los vinos de José María, Régoa, uno de los Ribeira Sacra con mas personal estilo y clase de los que conozco y que, año tras año, avanza por el camino de los grandes vinos. Así que, aunque no es mi costumbre, voy a desmenuzar plato a plato lo comido y botella a botella lo bebido, que fue mucho y muy bueno.
Empecemos. Primero por una Empanada de Zamburiñas de la casa, sorprendente textura, masa mitad Trigo mitad ¿centeno?, que resultaba agradable compañía a la zamburiña y a una cebolla caramelizada de lujo. Buen principio. Para no entrar a saco en terreno de los tintos Mencia, el amigo Mariano, de todos conocido, se trajo para acompañar un Maccon-Fuissé de 2007, Chardonnay de Joseph Burrier, exuberante, casi meloso pero con un algo de acidez. Rico y sugerente.
Entrando en harina con este mismo Chardonnay degustamos un primer Salmón Marinado con mostaza, estupendo. Salmón bien cocinado por el marinado, fresco y de suave textura, nada gomosa ni correosa. La conjunción con el Chardonnay fue plena.
Seguimos el paseo por la cocina de Pablo con mi preferido de la tarde, el Pulpo con crema de San Simón. Me tiene conquistado este queso cuando se aprovecha bien y en su unión con un buen Pulpo da lo mejor de si. Bajo el cefalópodo una hoja de espinaca que provoco entre los presentes dudas (¿será un alga?). Plato de gran altura, pulpo muy bien hecho, temperatura excelente. Para mí un 10.
El pescado y sus adláteres terminaron con un taco de Atún Rojo con crema de cebolla y vinagreta de Soja. Muy logrado el atún, que se deshacía con facilidad en hojas de jugoso y bien trabajado pescado. Punto de servicio muy logrado, y "socios" (la vinagreta y la cebolla) a la altura del conjunto. Por poner una pega, el Atún, con todo, parece ya fuera de temporada...
La carne entro en el Lomo de Buey con crema de Queso de Arzua. Tal vez la propuesta mas floja. Todo estaba correcto pero después del espectacular arranque la calidad del producto central (el buey) no quiso acompañar. Para mi un problema no vinculable a la elaboración, bastante básica y tratando de explotar las cualidades de la carne que, repito, estando bien no estuvo al altísimo nivel del resto del menú.
Entrados en materia dulce, la Crema de Chocolate y helado de Turrón fue un chispeante modo de entrar en la fase final del ágape, mientras la Torrija con helado de Vainilla y Toffe directamente es el culmen perfecto para una comida. La Torrija es todo lo dulce que debe ser un dulce sin apabullar a un maltrecho paladar como el mío. El contrapunto del Helado afina los contornos del sabor y ayuda a demostrar que el "prota" del plato es la Torrija. Rico final.
Los Petit Fours, el estimulante Gin tonic en vasito y las trufas, un colofón vicioso a todo lo comido. Es, probablemente, el mejor menú en RCP que he comido nunca (eso, si el precio previo que yo conocía por persona fue el que se pago, dado que fuimos finalmente invitados)
En materia vino y de lo que puedo contar. Sigue viento en popa la evolución para bien de los Mencias de José María Regoa. El 2006, mas varietal según la mayoría de los presentes, se asoma tímido pero abre en aromas clásicos, miel, cerezas, la madera prácticamente ya fusionada al vino y solo aliada de la voluptuosidad y el cuerpo. Nada que ver con la primera vez que probé este vino, hace camino de dos años. El 2007, para mi, más abrupto pero también más rotundo, de formas más claras. Vino de potencia por controlar pero casi conjuntado ya. Para mi vino hecho.
De Régoa TN solo diré que hace tres meses lo probé por última vez y la evolución es cada vez más palpable. La madera presente y correosa de hace meses se ablanda cada vez mas y la fruta comienza a ser no solo protagonista sino incluso exagerada en frambuesa, cereza o moras. Especiados contenidos y más viveza que sus hermanos, más nervio, más clase. Aún habra que esperarlo.
Reunión que se extendió porque cuando se esta a gusto se nota y donde, como suele pasar, se hablo de lo divino y lo humano... por cierto, reunión sin nombre porque aún no ha salido uno adecuado. Dejémoslo así... hasta la próxima, claro
*Las fotos, todas, de Mariano Fisac, con su permiso.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
¿Porque algunos vinos cuestan tanto.... y se venden?
Estaba yo pensando en esta columna de Diego Rodríguez Rey en Lo Mejor de la Gastronomía y me ha asaltado una duda que, siendo eterna, veo poco reflejada en este submundo dedicado al vino, a su afición, degustación y conocimiento. Y es que, aunque en muchas ocasiones ha salido el tema de los precios nunca nos hemos preguntado dispuestos al debate, creo yo, ¿porque algunos vinos cuestan tantísimo... y sin embargo se venden?
Pongamos un ejemplo real a la vez que conocido; Chateau Petrus. Este legendario vino bordeles ha llegado a alcanzar, de modo corriente y no en añadas especiales, los mil euros por botella. Esta mañana, en una minima búsqueda daba con un Petrus del 92 a 659 €, algo impensable hace dos años. Igual comparativa se podría hacer con otras marcas bien conocidas por todos tanto en Francia (Ch. Latour, Ch. Lafitte, Romanee Conti..) como en España donde caro va unido a Dominio de Pingus y a su vino estrella, Pingus, actualmente a 799 € en Vinissimus (añada 2003). Pero la gran pregunta sigue siendo la misma ¿se paga? y lo que es peor aún ¿los vale?
Dejando a un lado el hecho de que vivimos en una sociedad de mercado donde la demanda justifica el precio y siempre que exista alguien dispuesto a pagarlo habrá productos que tengan un precio, lo discutible aquí serían dos cosas. La primera, si aquellos que pueden acceder a estos vinos tienen capacidad real para valorar la diferencia de calidad. Una cosa es ser millonario y otra conocer, haber probado y saber sopesar la calidad real de un producto como estos. En segundo lugar la duda se presenta por pasiva ¿que hace que un vino así mantenga esos precios por encima del momento económico y añada tras añada?.
Los más veteranos saben que Vega Sicilia lleva décadas ofreciendo su "Único" a un precio siempre superior a los 100 euros (incluso cuando la cosa se cifraba en pesetas) sin que mengüen, según algunos, ni calidad ni por supuesto precio. Y la pregunta sigue flotando en el ambiente ¿lo vale?. Bueno, yo he probado dos añadas distintas de Vega Sicilia, la 94 y la 98, con resultado dispar pero ambas estupendas. ¿Lo suficiente para pagar, año tras año, los precios que cuesta?. Bien, para mí no... pero esta visto que no formo parte de la media, a la vista del hecho cierto de que la bodega de la Ribera continua año tras año en la línea marcada.
Entonces ¿cual es el limite, si existe?, ¿el del tamaño de la cartera de cada uno?, ¿el de la locura enfermiza que lo envuelve a uno cuando de probar vinos se trata?, ¿el puro esnobismo?, ¿la idiotez consumista sin parangón en la que vivimos sumergidos?. Supongo que de todo habrá pero, si es cierto que existen vinos y limites que cada uno se autoimpone en función sobre todo de su capacidad económica pero, también, de su sentido común. Porque al igual que no es oro todo lo que reluce tampoco todo son éxitos continuados al hilo de un Vega Sicilia.
Todos conocemos casos, variados y en múltiples DO´s, de vinos que se han ofrecido de buenas a primeras a precios exagerados para propuestas que eran o novedosas o de zonas no especialmente agraciadas por buenas añadas o vinos conocidos previamente. Y sin embargo, ahi estaban, a 30 y 40 euros, sin rubor algunos, vinos de cepas foráneas, Shiraz, Merlot, Cabernet Sauvignon, a precios de allá pero elaborados aquí. La cosa duro.. lo que dura un suspiro. Una añada y fin del experimento. O dos. La realidad de un vino corriente o directamente malo se acaba imponiendo así que convendremos en que, para pasarse décadas costando más de 140 euros no solo hay que vivir de rentas sino que hay que ofrecer algo más. Pero, ¿Que mas?.
La primera vez que probé un Flor de Pingus, un 2001, lo confieso, me gusto y mucho. Claro que se trato de una nada buena añada (una de las peores dicen) y que el precio fue mucho menor a lo que estila Peter Siseck (65 € me costo) pero el hecho es que, para el bagaje que hace cinco años tenia de tintos de cualquier origen o variedad para mi este era un vino genial. Probé otras añadas tiempo después y descubrí que se puede hacer muchísimo mejor, pero no puedo decir que cuando tome aquel primer Flor de.. me disgustase porque mentiría. Y por aquel entonces habría vuelto a pagar los 65 euros y 70 incluso o mas, porque para mi entonces aquel era un gran vino. Hoy no daría 30 por aquella añada, pero es que yo y mi gusto por el vino ya no somos los mismos.
No digo que suceda con los mas grandes, seguro que no, pero creo que la capacidad de valoración es primordial, fundamental. La única vez en mi vida que tuve delante un Petrus no sabía nada en absoluto sobre el mundo del vino. Recuerdo la etiqueta y la añada, un 1990. Recuerdo el rumor de los que si sabían de lo que se trataba en la mesa. Recuerdo que me hizo mucha gracia aquella silenciosa devoción, miradas cruzas que decían "te has pasado" al que pagaría la comida y que había pedido la botella. Yo lo bebí, una copa, lo encontré mucho mas interesante que el vino de cartón con el que hacíamos el Kalimotxo y... fin de mi recuerdo. Una lástima.
Sea como fuera el hecho es que esos grandes dinosaurios seguirán presentes vaya como vaya el mundo y siempre y cuando ningún cataclismo acabe con sus lugares de origen. Pero, en mi humilde opinión, el tiempo de los otros, los que en base a operaciones de marketing, añadas extrañamente buenas o supuestas bases históricas en una tradición familiar inexistente o insuficiente, ha terminado. Habrá, seguro, coletazos, habrá relanzamientos y novedades pero seguramente tardemos décadas en ver otro tiempo como el vivido, donde el primero que aparecía y se vendía bien, que provenía de la Ribera del Duero o que decía ofrecer un estilo y clase originales y elevadísimos... desde la nada tenia que costar, por narices, mas de 30 euros. La escasez, la exclusividad y la calidad son factores medibles (la ultima en función además de los gustos de cada uno). Ya nunca palets de botellas ocultos por Madrid a la espera del boom navideño. Después de muchos años, cabe el riesgo de que uno se acabe teniendo que beber esos palets a la vista de no haberlos vendido, ni siquiera a menor precio que el de salida.
Jean Claude Berrouet, legendario enólogo de Petrus afirmaba en una ocasión, preguntado por los altísimos precios que alcanzaban sus vinos, que "Yo duermo muy tranquilo. El vino sale a 300 euros la botella de la bodega. Lo demás no es culpa mía".
Pongamos un ejemplo real a la vez que conocido; Chateau Petrus. Este legendario vino bordeles ha llegado a alcanzar, de modo corriente y no en añadas especiales, los mil euros por botella. Esta mañana, en una minima búsqueda daba con un Petrus del 92 a 659 €, algo impensable hace dos años. Igual comparativa se podría hacer con otras marcas bien conocidas por todos tanto en Francia (Ch. Latour, Ch. Lafitte, Romanee Conti..) como en España donde caro va unido a Dominio de Pingus y a su vino estrella, Pingus, actualmente a 799 € en Vinissimus (añada 2003). Pero la gran pregunta sigue siendo la misma ¿se paga? y lo que es peor aún ¿los vale?
Dejando a un lado el hecho de que vivimos en una sociedad de mercado donde la demanda justifica el precio y siempre que exista alguien dispuesto a pagarlo habrá productos que tengan un precio, lo discutible aquí serían dos cosas. La primera, si aquellos que pueden acceder a estos vinos tienen capacidad real para valorar la diferencia de calidad. Una cosa es ser millonario y otra conocer, haber probado y saber sopesar la calidad real de un producto como estos. En segundo lugar la duda se presenta por pasiva ¿que hace que un vino así mantenga esos precios por encima del momento económico y añada tras añada?.
Los más veteranos saben que Vega Sicilia lleva décadas ofreciendo su "Único" a un precio siempre superior a los 100 euros (incluso cuando la cosa se cifraba en pesetas) sin que mengüen, según algunos, ni calidad ni por supuesto precio. Y la pregunta sigue flotando en el ambiente ¿lo vale?. Bueno, yo he probado dos añadas distintas de Vega Sicilia, la 94 y la 98, con resultado dispar pero ambas estupendas. ¿Lo suficiente para pagar, año tras año, los precios que cuesta?. Bien, para mí no... pero esta visto que no formo parte de la media, a la vista del hecho cierto de que la bodega de la Ribera continua año tras año en la línea marcada.
Entonces ¿cual es el limite, si existe?, ¿el del tamaño de la cartera de cada uno?, ¿el de la locura enfermiza que lo envuelve a uno cuando de probar vinos se trata?, ¿el puro esnobismo?, ¿la idiotez consumista sin parangón en la que vivimos sumergidos?. Supongo que de todo habrá pero, si es cierto que existen vinos y limites que cada uno se autoimpone en función sobre todo de su capacidad económica pero, también, de su sentido común. Porque al igual que no es oro todo lo que reluce tampoco todo son éxitos continuados al hilo de un Vega Sicilia.
Todos conocemos casos, variados y en múltiples DO´s, de vinos que se han ofrecido de buenas a primeras a precios exagerados para propuestas que eran o novedosas o de zonas no especialmente agraciadas por buenas añadas o vinos conocidos previamente. Y sin embargo, ahi estaban, a 30 y 40 euros, sin rubor algunos, vinos de cepas foráneas, Shiraz, Merlot, Cabernet Sauvignon, a precios de allá pero elaborados aquí. La cosa duro.. lo que dura un suspiro. Una añada y fin del experimento. O dos. La realidad de un vino corriente o directamente malo se acaba imponiendo así que convendremos en que, para pasarse décadas costando más de 140 euros no solo hay que vivir de rentas sino que hay que ofrecer algo más. Pero, ¿Que mas?.
La primera vez que probé un Flor de Pingus, un 2001, lo confieso, me gusto y mucho. Claro que se trato de una nada buena añada (una de las peores dicen) y que el precio fue mucho menor a lo que estila Peter Siseck (65 € me costo) pero el hecho es que, para el bagaje que hace cinco años tenia de tintos de cualquier origen o variedad para mi este era un vino genial. Probé otras añadas tiempo después y descubrí que se puede hacer muchísimo mejor, pero no puedo decir que cuando tome aquel primer Flor de.. me disgustase porque mentiría. Y por aquel entonces habría vuelto a pagar los 65 euros y 70 incluso o mas, porque para mi entonces aquel era un gran vino. Hoy no daría 30 por aquella añada, pero es que yo y mi gusto por el vino ya no somos los mismos.
No digo que suceda con los mas grandes, seguro que no, pero creo que la capacidad de valoración es primordial, fundamental. La única vez en mi vida que tuve delante un Petrus no sabía nada en absoluto sobre el mundo del vino. Recuerdo la etiqueta y la añada, un 1990. Recuerdo el rumor de los que si sabían de lo que se trataba en la mesa. Recuerdo que me hizo mucha gracia aquella silenciosa devoción, miradas cruzas que decían "te has pasado" al que pagaría la comida y que había pedido la botella. Yo lo bebí, una copa, lo encontré mucho mas interesante que el vino de cartón con el que hacíamos el Kalimotxo y... fin de mi recuerdo. Una lástima.
Sea como fuera el hecho es que esos grandes dinosaurios seguirán presentes vaya como vaya el mundo y siempre y cuando ningún cataclismo acabe con sus lugares de origen. Pero, en mi humilde opinión, el tiempo de los otros, los que en base a operaciones de marketing, añadas extrañamente buenas o supuestas bases históricas en una tradición familiar inexistente o insuficiente, ha terminado. Habrá, seguro, coletazos, habrá relanzamientos y novedades pero seguramente tardemos décadas en ver otro tiempo como el vivido, donde el primero que aparecía y se vendía bien, que provenía de la Ribera del Duero o que decía ofrecer un estilo y clase originales y elevadísimos... desde la nada tenia que costar, por narices, mas de 30 euros. La escasez, la exclusividad y la calidad son factores medibles (la ultima en función además de los gustos de cada uno). Ya nunca palets de botellas ocultos por Madrid a la espera del boom navideño. Después de muchos años, cabe el riesgo de que uno se acabe teniendo que beber esos palets a la vista de no haberlos vendido, ni siquiera a menor precio que el de salida.
Jean Claude Berrouet, legendario enólogo de Petrus afirmaba en una ocasión, preguntado por los altísimos precios que alcanzaban sus vinos, que "Yo duermo muy tranquilo. El vino sale a 300 euros la botella de la bodega. Lo demás no es culpa mía".
viernes, 4 de diciembre de 2009
Pesadilla antes de Navidad...
Resulta curioso ver como ciertos "termómetros" reflejan la realidad tal que espejos cuando esta se sobrepone al marketing, a la imagen lograda tras años de esfuerzos y a un supuesto aire de "exclusividad" o de "escasa producción", "clase" o "alcurnia"... bueno, cada cual le pone su nombre y algunos llegaron a llamarlo excelencia pero, en tiempos de crisis, la realidad económica se impone y los ejemplos aparecen por doquier.
En el sector se habla hace tiempo de las apreturas de la Bodega Emilio Moro. Embarcada en varios proyectos, las cosas, se dice, no habrían salido como se esperaba y el vino se acumula en las bodegas. Repito, me han parecido malas lenguas hasta que he verificado que el "termómetro" que para mi simulan las estanterías de la cadena mayorista Makro ha mostrado sus cartas pre-navideñas. Y no es solo en la bodega de la Ribera donde cuecen habas.
A la mítica firma, que habitualmente solo ofrecía en este templo al comercio por palets y a la oferta por volumen su marca Resalso o el básico de la casa, se han unido otros nombres antes de difícil adquisición y precio astronómico y ahora mucho mas económicos y cercanos. Por ejemplo, Pago de Carraovejas reserva, hasta la pasada navidad un "must" en toda regla, que se conseguía solo con recomendación en algún lugar de Segovia y previa audiencia papal... bueno, que era tela de complicado. Otro tanto los tintos de VegaSicilia, mas posibles pero solo en el Corte Ingles o tienda muy especializada, o Pago de Capellanes o, de la misma Emilio Moro, su Malleolus, hasta no hace mucho por encima de los treinta euros y ahora sensiblemente mas barato.
No quiero dejarme Aalto, vino que me parece el que menos encaje tiene en esta pagina de folleto del Super. Y es que el miedo ha hecho presa. Son demasiadas botellas ante una Navidad que huele, se ve y parece diferente, mas fría, mas lenta, con menor sensación de alegría consumista en las calles. Y el vino se agolpa, las cajas no salen, los precios caen... y el recurso fácil, la oferta salvadora en unas condiciones que harían palidecer al director comercial de cualquier bodega (también de estas) llega siempre por Navidad. La manzana envenenada que tira por tierra la exclusividad, el "nivel", la "excelencia" y todas cuantas imposturas se tomaron durante los alegres años de la ola tantas y tantas bodegas en base a éxitos efímeros en añadas concretas o a campañas de publicidad extraordinarias y sobre todo muy caras.
No diré que me alegro porque no me alegro. Peligran trabajos de personas y eso me disgusta y mucho. Pero fueron ellos, los tecnócratas de la globalización del vino los que alentaron y mantuvieron la idea de que aumentar el numero de botellas cada año sin preocuparse de mantener una calidad era un modo fiable y excelente a largo plazo para hacer vino. De aquellos polvos, estos lodos. Autónomos del mundo, fin de la tiranía. Quien quiera Pago de Carraovejas, aquí tiene su oportunidad. Por cajas de 12 si lo desea. No se corten.
En el sector se habla hace tiempo de las apreturas de la Bodega Emilio Moro. Embarcada en varios proyectos, las cosas, se dice, no habrían salido como se esperaba y el vino se acumula en las bodegas. Repito, me han parecido malas lenguas hasta que he verificado que el "termómetro" que para mi simulan las estanterías de la cadena mayorista Makro ha mostrado sus cartas pre-navideñas. Y no es solo en la bodega de la Ribera donde cuecen habas.
A la mítica firma, que habitualmente solo ofrecía en este templo al comercio por palets y a la oferta por volumen su marca Resalso o el básico de la casa, se han unido otros nombres antes de difícil adquisición y precio astronómico y ahora mucho mas económicos y cercanos. Por ejemplo, Pago de Carraovejas reserva, hasta la pasada navidad un "must" en toda regla, que se conseguía solo con recomendación en algún lugar de Segovia y previa audiencia papal... bueno, que era tela de complicado. Otro tanto los tintos de VegaSicilia, mas posibles pero solo en el Corte Ingles o tienda muy especializada, o Pago de Capellanes o, de la misma Emilio Moro, su Malleolus, hasta no hace mucho por encima de los treinta euros y ahora sensiblemente mas barato.
No quiero dejarme Aalto, vino que me parece el que menos encaje tiene en esta pagina de folleto del Super. Y es que el miedo ha hecho presa. Son demasiadas botellas ante una Navidad que huele, se ve y parece diferente, mas fría, mas lenta, con menor sensación de alegría consumista en las calles. Y el vino se agolpa, las cajas no salen, los precios caen... y el recurso fácil, la oferta salvadora en unas condiciones que harían palidecer al director comercial de cualquier bodega (también de estas) llega siempre por Navidad. La manzana envenenada que tira por tierra la exclusividad, el "nivel", la "excelencia" y todas cuantas imposturas se tomaron durante los alegres años de la ola tantas y tantas bodegas en base a éxitos efímeros en añadas concretas o a campañas de publicidad extraordinarias y sobre todo muy caras.
No diré que me alegro porque no me alegro. Peligran trabajos de personas y eso me disgusta y mucho. Pero fueron ellos, los tecnócratas de la globalización del vino los que alentaron y mantuvieron la idea de que aumentar el numero de botellas cada año sin preocuparse de mantener una calidad era un modo fiable y excelente a largo plazo para hacer vino. De aquellos polvos, estos lodos. Autónomos del mundo, fin de la tiranía. Quien quiera Pago de Carraovejas, aquí tiene su oportunidad. Por cajas de 12 si lo desea. No se corten.
miércoles, 2 de diciembre de 2009
La curiosidad....
Hago este breve aporte porque me pica un montón la curiosidad después de descubrir ayer martes esta botella entre otras con bastante mas valor histórico, dentro del hallazgo llevado a cabo por Pepe Ameijeiras (O Castillo. Vimianzo) en un antiguo departamento de una casa que sirvió de almacén a este local hace ya muchos años.
Y de esa búsqueda han salido unas 20 botellas de etiquetas comidas por la humedad, Riojas de la mítica bodega AGE, del 70, 74, 80. Siglo Saco de cuando este formato y esa bodega significaban algo mas que vino para el Super.... y este Ribeiro, como único blanco digno de compartir olvido con aquellas. Un Ribeiro del que solo puedo ofrecer ahora mismo esta lamentable foto... pero es que no tengo ni la mas remota idea de donde tengo la cámara. En fin, "Campeón" reza la etiqueta, de un amarillo feroz, y dice haber sido embotellado por un tal José Mosquera Labora con permiso del Consejo Regulador de la DO, pero sin contraetiqueta. Me he puesto en contacto con la DO a ver si pueden ayudarme aunque soy escéptico. Guardar registro de la historia de uno cuando esa historia no esta mas que llena de desastres y abusos no suele ser muy aceptado, aunque yo considero que es tan importante como si fuera un decálogo de virtudes y viticultura para el recuerdo.
Aguardo noticias de este Ribeiro Campeón y me asaltan las preguntas ¿Que uvas usaría?, ¿de que añada?, ¿El embotellador era viticultor o compro la uva a sabe dios donde?, ¿fue una de sus únicas añadas?, ¿hubo mas?, ¿sigue dedicado, con otro nombre, a la profesión?.... y un largo etcetera.
Creo que recuperar, si fuera posible, la historia de aquellos años tenebrosos de vino a granel "con mosca" y a base de uva foránea solo puede servir a la DO Ribeiro como recordatorio de que no se debe volver a hacer... y de paso saciar mi curiosidad, claro.
Y de esa búsqueda han salido unas 20 botellas de etiquetas comidas por la humedad, Riojas de la mítica bodega AGE, del 70, 74, 80. Siglo Saco de cuando este formato y esa bodega significaban algo mas que vino para el Super.... y este Ribeiro, como único blanco digno de compartir olvido con aquellas. Un Ribeiro del que solo puedo ofrecer ahora mismo esta lamentable foto... pero es que no tengo ni la mas remota idea de donde tengo la cámara. En fin, "Campeón" reza la etiqueta, de un amarillo feroz, y dice haber sido embotellado por un tal José Mosquera Labora con permiso del Consejo Regulador de la DO, pero sin contraetiqueta. Me he puesto en contacto con la DO a ver si pueden ayudarme aunque soy escéptico. Guardar registro de la historia de uno cuando esa historia no esta mas que llena de desastres y abusos no suele ser muy aceptado, aunque yo considero que es tan importante como si fuera un decálogo de virtudes y viticultura para el recuerdo.
Aguardo noticias de este Ribeiro Campeón y me asaltan las preguntas ¿Que uvas usaría?, ¿de que añada?, ¿El embotellador era viticultor o compro la uva a sabe dios donde?, ¿fue una de sus únicas añadas?, ¿hubo mas?, ¿sigue dedicado, con otro nombre, a la profesión?.... y un largo etcetera.
Creo que recuperar, si fuera posible, la historia de aquellos años tenebrosos de vino a granel "con mosca" y a base de uva foránea solo puede servir a la DO Ribeiro como recordatorio de que no se debe volver a hacer... y de paso saciar mi curiosidad, claro.
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