lunes, 29 de junio de 2015

Cuando hablamos de la emoción

Ya he escrito en alguna ocasión sobre la grandeza como un elemento que yo, en ocasiones, percibo en ciertas personas y situaciones.

Lo tengo identificado, para quien me pregunta a que me refiero, al hablar de esta interpretación, la última en directo del grandísimo Luciano Pavarotti antes de su fallecimiento. Es el cierre a la ceremonia inaugural de los juegos de invierno que se celebraron el 2006 en Turin y concentra en si misma varios elementos que ilustran de maravilla a qué me quiero referir hoy.

Esta no es ni de lejos la mejor interpretación de Luciano del Nessun Dorma de "Tosca". No es la mejor sonorizada (aunque para ser como es no está mal) y no es la mas brillante. Pero, si os fijáis, en la pausa previa al cierre del aria, cuando la orquesta enfila con sus notas las últimas estrofas, Luciano sonríe. Sonríe y es desmesuradamente feliz. En ese instante es plenamente feliz. Sin dolor, sin la carga de su desmesurado peso y sus problemas de circulación y respiratorios. Sin dudas, sin titubeos, sin preocupaciones de ningún tipo. Luciano sabe que es imposible que nada salga mal y sabe, además, que haga lo que haga la gente que lo escucha se emocionará.

Algunos se emocionaran mucho, hasta la lágrima (como yo), otros simplemente se sentirán bien y los mas verán que algo ha sucedido pero no sabrán qué exactamente.

Eso, y nada mas, es la grandeza absoluta. El momento justo en el que sabes que aquello que has nacido para hacer, es aquello que mejor haces y que mas aporta a la raza humana, a su acervo común y a la posteridad. El momento en el que eres el mejor de los humanos, al menos para ti y en tu minúscula parcela de ser humano minúsculo e insignificante.

En mi vida particular, en mi minúscula parcelita, solo hay 4 cosas que me hayan hecho sentir eso en algún momento concreto. Una es mi hijo, que nació y crece de un modo que me asombra a diario, por muy natural y biológico que sea. Otra mi compañera, que me asombra por su tozudez en seguir a mi lado contra viento y marea. Las otras dos son mas prosaicas, quizá, pero a su nivel son las que enlazan de verdad todo esto. Son la música y el vino. Y no todo.

La opera la descubrí como a los 20 años, cuando las hormonas te van dejando en paz y dejas atrás la estupidez propia de la adolescencia. Luciano, Plácido Domingo, José Carreras, Alfredo Kraus, pero aún mas y mejor Enrico Caruso y, mas recientemente, Juan Diego Florez me descubrieron un modo inimitable y extraordinario de trasmitir sensaciones cantando, mas allá de lo que puede hacer cualquiera. La música clásica y, para los que carecemos de formación musical, las bandas sonoras de las películas, completan la mayoría de lo que oigo cuando escucho música.
Y a veces, algunas, logran emocionarme. Unas pocas, no siempre, pero lo logran.

Recuerdo con cariño mi primer vino "consciente". Lo recuerdo por lo que es, pero también por lo que significó para mi. Un Rioja clásico, comercial y corriente, si se quiere (aunque dudó que hoy lograse encontrar una botella), de aquel Solar de Libano Rva.  del 95. No se a que me sabría hoy, lo ignoro.
Se a qué me supo en aquel lejano 2001, y se que me abrió la mente como pocas cosas hasta entonces. Era música para mi. Era un grande, aunque quizá hoy no diría lo mismo.... o si. Quien sabe.

Para mi, la grandeza de aquel día, de aquella hora, de aquellos 26 años, era aquel Rioja maderizado. O no. No lo recuerdo. Ni yo, por aquel entonces, ni seguramente aquel vino en los primeros años de las vacas gordas, recordamos si aquel encuentro fue con un Tondonia del 96 o con un Ribera (casi cualquiera) de los hechos entre 2006 y la actualidad. Si fue con un vino o con un show room de Ikea. Por resumir; no era la mejor interpretación de Rioja, pero en aquella botella, para mi, en aquel momento y lugar, ese vino alcanzó la grandeza.

Y para mi, desde entonces, algunos mas han logrado emocionarme. Algunos, pocos, inciertos pero reveladores de un ser, de un estar, de un querer trasmitir que algo es posible, mas allá de la tozuda realidad del dinero y de las debilidades humanas. Mas allá de la sociedad mezquina y ruin que hemos creado. Vinos de personas, para personas y desde la personalidad de sus autores. Autores que son altos o bajos, hombres o mujeres, listos o ignorantes, optimistas o pesimistas, caóticos u ordenados, buenos o malos. Personas normales y corrientes que, por razones inescrutables, han entendido que, a lo mejor, hay que hacer las cosas de modo especial, distinto, raro. De un modo diferente a como se hacia. No todas las cosas, no todo el tiempo, pero diferentes.

No se puede definir que lleva a la emoción. No es medible, no es "contable". Se termina la quinta edición de "A Emoción dos Viños" en Tui y cada uno de nosotros, de los buenos y generosos, de los "frikis" o no, de los comerciales o no, de los distribuidores, de los importadores, de los sumilleres, de los compradores y vendedores, de los radicales, de los naturales, biodinámicos o convencionales, de los que hacen mucho y de los que hacen poco, debemos reflexionar.
Reflexionar y atesorar. Atesorar cada olor, cada reducción, cada molécula. Atesorar los sabores, la frescura, la acidez, el azúcar. Atesorar las palabras, los gestos y los abrazos, las caras, las sonrisas y los sonrojos.

Y reflexionar sobre si nos hemos o no cruzado con la grandeza absoluta y si, dios no lo quiera, no nos hemos dado cuenta. O si esa grandeza está por llegar, a un vino que "ni fu ni fa" pero que dentro de una botella nos espera silente, oculto, para que lo encumbremos dentro de 5 o 10 años, asombrados por su maduración y crecimiento. Reflexionar sobre si es bueno ser cruel o ser realista o si vale la pena obviar que hay gente con un enorme potencial y firmes creencias que, tal vez, no sean los mejores gestores comerciales de su vino.

Yo he visto grandeza en Tui. Un año mas. He visto grandeza en un hombre castigado por su pasado, en otro dispuesto a perdonar, en otro que sabe que es la humildad personificada y en otro que no sabe si besar al espejo en el que se ve por las mañanas de tanto que se quiere. He visto mujeres fuertes, muchas, que dan mil vueltas a muchos hombres pagados de si mismos con vinos comunes y corrientes. Y he visto que nos hace falta ser mas razonables y transigir algo (bastante) con la ignorancia común del que no sabe de vino pero cree saber porque se conoce todo lo que hay en el super y una vez leyó en un foro que esas marcas eran lo mas de lo mas. Hay que transigir, hay que abrir la puerta y hay que abrazarlos en su inocencia para que, por una vez, quizá la primera, descubran a que nos referimos nosotros, los buenos y generosos, cuando hablamos de emoción.

Cuando hablamos de la emoción.






*Fotos: de mi autoría salvo Luciano que sale de operblog.blogspot.com.


2 comentarios:

Mariano dijo...

Impecable y hermoso. Pues eso, emoción.

José Luis Louzán dijo...

Gracias amigo....