“Hacer algo que es normal,
porque algunos lo hagan mal, no me da mérito. Mérito lo da hacer un descubrimiento de algo. Yo de eso no he tenido nada”.
Decir que los Viña de Martin o A Torna dos Pasas son una
anormalidad, una excepción en O Ribeiro es quedarse muy corto. Por derecho
propio, los vinos de Luis Anxo, sobre todo en el caso de los tintos son, aún
hoy en día, un aval de la credibilidad de una D.O. y de unos vinos en los que
se había perdido toda esperanza. La creencia en que O Ribeiro era mucho mas que
vino blanco a granel de pésima calidad y muy discreto gusto.
Los años 80 son, para algunos, el apocalipsis de un modo de
hacer bien las cosas que reflejó durante siglos la calidad de los blancos de O
Ribeiro. En la edad media, reyes de toda Europa hacían que se les enviasen a
sus palacios aquellos blancos de uva Treixadura, de los que se datan
plantaciones en época de los romanos y cuyo gusto y aroma son del agrado de la
nobleza medieval.
Solo una razón lleva a que en los fatídicos años 80 se tomen
las decisiones que, en solo 10 años, estuvieron a punto de dar al traste con
siglos de tradición en buenos vinos. La avaricia.
La máxima entre los enólogos de la época es la cantidad. La
vid, cuanto mas antigua, menos produce, y aunque su calidad sea enorme si lo
que se pretende es saturar el mercado de botellas de vinos, un ratio de 2 a 4
quilos por cepa es minúsculo. Hace falta mas y esa máxima lleva a la toma de
decisiones tan drásticas como absurdas.

Profesionales y propietarios deciden arrancar las variedades
autóctonas, de las que se tiene noticia documentada de su existencia en el
lugar desde los siglos XV o XVI y replantar uva blanca, si, pero de otra clase,
mayor tamaño y ratios de producción por planta muchísimo mayores. En este afán,
se cuela en la zona la uva Palomino, natural del sur de España, de gran tamaño
y que produce litros y litros, si, pero de un vino de muy inferior calidad,
pobre en todo salvo en su cantidad y sin ninguna relación con los suelos de la
zona.
Este periodo deriva en una fatídica herencia. La de que O
Ribeiro es un vino menor. Es tanto así lo que sucede que, después de la
creación de la D.O. Rias Baixas, son sus albariños los que ocupan el primer
puesto en la competencia por ser el mejor blanco gallego. El Ribeiro pasa así a
un segundo plano, entendido por el consumidor como un vino sin pretensiones,
barato y de consumo masivo, si, aunque a un coste ínfimo.
Así las cosas, en 1990, la presencia de uva autóctona se ha
reducido drásticamente en los blancos y casi a desaparecido en lo que a tinto
se refiere. Caiño, Souson, Lado, Ferrol, uvas de las que se tiene constancia
pero que han sido sistemáticamente erradicadas para ser substituidas por otras
inferiores pero de mayor capacidad productiva.
Es en ese contexto cuando Luis Anxo decide iniciar su
proyecto, un proyecto que no tiene claras trazas marcadas, que va
reformulándose y creciendo a medida que las previsiones y el mercado lo exige,
que comienza por los blancos, siempre a base de Treixadura y que termina con
tintos, rescatados cepa a cepa, finca a finca, hasta confeccionar una base
desde la que lanzar al mercado una de las obras mas intensas y exageradas de la
viticultura en Galicia; A Torna dos Pasas.
“Hacer algo que es normal, porque algunos lo hagan mal, no
me da merito. Merito lo da haber descubierto algo. Yo de eso no he tenido ninguno”.
Este es Luis Anxo Rodríguez (Arnoia. 1962), un artesano que no cree que hacer
cinco vinos (dos blancos, dos tintos y en ocasiones una segunda marca, para no
desvirtuar la calidad en años especialmente productivos) es algo normal, que si
los demás no hacen es porque no se encuentran en sus condiciones. Y punto. Ni
excesos ni alaracas ni fuegos artificiales.

Luis Anxo es directo. Sabe lo que quiere y lo que pretende.
Durante 5 años ha sido presidente del Consejo Regulador de la D.O.
“porque no surgió
otra persona y me lo pidieron”. Una experiencia, ser el máximo responsable del
organismo rector de la calidad del vino en una D.O. que renegó de la calidad en
los ochenta, que le ha dejado huella.
“Fue una experiencia e intenté hacerlo lo mejor posible. En
algunas cosas se acertó y en otras no. Hubo elecciones y yo ya no participé.
Iba para cuatro años y al final fueron cinco. Es suficiente”
Los viñedos de Luis Anxo son un puzzle. Superficie, unas 2,7
hectáreas, numero de fincas “no lo se, perdí la cuenta”. Llamar fincas a lo que
Luis Anxo ha ido reuniendo a lo largo de mas de 20 años es una falta de respeto
a las “fincas” consideradas como tales, por ejemplo, en La Rioja. Retazos,
desde los 20 metros cuadrados hasta los 2000, en propiedad algunas, otras
cogestionadas, algunas alquiladas. Un mapamundi de Treixadura, Caiño, Souson…
blancas y tintas, algunas mas jóvenes (mucho del viñedo autóctono en O Ribeiro
fue replantado en los últimos 15 años, ante la devastación producido por el
comentado apocalipsis de los ochenta) otras centenarias o casi.
Y cuando uno se pasea por estas tierras, Laixa (Arnoia) por
ese enorme manantial de trabajo, tradición, raza, por esos parajes de verde y
ocre, de fruta, uno entiende el porqué. Porqué renegar de los enólogos mas
mercantilistas que le decían que todo debía ser como siempre, ¿porqué lanzarse
a la búsqueda de variedades tintas recuperándolas en los mas inhóspitos parajes
de la provincia?. No.
Hacer estos vinos implica riesgo, pero hacerlos bien implica
voluntad. Luis Anxo huye de personalismos; “ Pero vamos a ver, si no le
rendimos culto al equipo de frio o al que da el sulfato, ¿Por qué se lo damos a
quien le pone nombre?. Yo no tengo derecho a arrogarme una parte mayor de
protagonismo (…) Esto del enólogo estrella es una tontería, ahora bien, cada
cual que piense lo que quiera. El bodeguero es un elemento mas. Elevarlo a los
altares, por lo menos en mi caso, es una falacia. Mi nombre esta en las
botellas porque alguien tiene que firmar. Esto de “me voy a hacer un vino al
Somontano y soy muy bueno” no es así. Aquellos a quienes le imprima confianza
mi persona y decidan probarlo, perfecto. Pero yo soy solo un 10% de ese vino.
Es mi modo de entenderlo y lo que creo, pero cada uno es libre, faltaría mas”
Este es Luis Anxo Rodríguez que, aunque no lo crea, dice
mucho de si mismo en sus vinos.
Vinos.
Blancos
Viña de Martín “Os Pasas”: Treixadura y Albariño en
diferentes porcentajes (sobre todo Treixadura). Fermentado en acero inoxidable
y reposo en botella. Entre 11 y 15 euros al consumidor final. Máximo 12.000
botellas
Viña de Martín “Escolma”: Treixadura, Lado, Torrontés y
Albariño. Con una crianza en barrica de roble francés del bosque de Allier de
alrededor de 12 meses (a criterio del elaborador). Entre 18 y ? euros al
consumidor final. Entre 800 y 2000 botellas.
Eidos Ermos: Treixadura, albariño y otras. Solo se elabora
en años en los que la producción obliga a un mayor selección de uva para
dedicarla a las marcas principales. Habitualmente se comercializa. Entre 6 y 8
euros al consumidor final. Numero de botellas indeterminado (cuando sale, mas
de 20.000)
Tintos
A Torna dos Pasas: Brancellao, Caiño y Ferrón, con
Fermentación y maceración tradicional entre 28 y 30ºc. Reposo en botella. Entre
11 y 15 euros al consumidor final. Entre 2.000 y 5.000 botellas, según la
añada.
A Torna dos Pasas “Escolma”: Brancellao, Caiño y Ferrón.
Fermentación maloláctica en barrica de carballo gallego y envejecido en roble
francés Allier donde permanece 12 meses. Reposo en botella otros dos años.
Desde 20€ hasta ?€ al consumidor final. Entre 500 y 2000 botellas, según añada.
Actualización; Está por salir al mercado en fechas próximas
el que será sexto vino de la bodega, un blanco singular procedente de una única
finca en Rivadavia. Viñedo viejo y básicamente treixadura.
*Apunte: La entrevista fue realizada en gallego y las respuestas en el mismo idioma. La traducción al castellano se hace para mejor comprensión de quien pueda pasarse por estos lares sin ser gallego o conocer el idioma.