lunes, 6 de junio de 2016

Credibilidad

Hay cosas que se tienen o no se tienen.

La película  "Chef" (Jon Favreau, 2014) es un filme a mayor gloria de los tan traídos y llevados (nótese el juego de palabras) FoodTruck. Esto de los camiones de comida es más viejo que los cuñados en las cenas familiares, pero como todas las cosas en este mundo nuestro solo importa si lo saca tal o cual medio de comunicación o si es motivo de alguna campaña de marketing.
La peli sale hoy a colación aquí a raíz de un pasaje al final del filme. Para resumíroslo, un blogger gastronómico pone a caldo a un cocinero que pierde los nervios en público y al que le cuelgan un vídeo con su salida de madre en Internet. Desde ahí, la peli viaja por varios caminos pero, al final (ojo, es un spoiler esto, eh) el crítico de marras ofrece un trato al cocinero, renacido de sus cenizas tras adquirir y gestionar un camión de comida donde sirve unos bocatas cojonudos.

Toda esta introducción viene al caso de la frase por la que el crítico define su participación en el trato que ofrece al cocinero. El crítico, de un modo totalmente natural, le dice al cocinero; "Quiero participar en esto contigo así que no podré criticar el negocio, hablar de el o promocionarlo en mi blog, pero vaya, que estaré igualmente a tu lado, ya lo sabes". ...Amigo mío....

El crítico le dice que quiere tener un negocio a medias con el cocinero pero, por raro que pueda parecer a alguien en España, no va a poder hablar  más de ese negocio, ni del cocinero, ni de lo que tienen a medias. Y la razón, queridos J. C. Capel, José Peñín, Quin Vila, etc... es que tiene interés en ese negocio. Interés. Y dado que ese interés es real y palpable, evidente a ojos vista, para intentar preservar su credibilidad (palabra harto denostada e ignorada por estos lares) decide que no puede prestar su voz, su palabra, para ensalzar o criticar ese negocio. Porque su credibilidad, amigos míos, no sus contactos o su cuenta bancaria, no, su credibilidad, lo es todo. Y sin ella su palabra carece de ningún valor.

Credibilidad. ¿Cuando decidimos que alguien con intereses claros en un sector era merecedor de alguna credibilidad?. Conozco a montones de personas muy críticos con los políticos porque opinan "desde la poltrona" y "con un interés claro en perpetuarse en el cargo". Es decir, carecerían de credibilidad porque sus palabras las dice alguien que cobra alrededor de 6000 euros al mes y lo que dice y hace, asumen los críticos, lo dice en el interés de no perder ese dinero.
Y lo mismo para banqueros, presentadores en televisión, periodistas en general o para los ejecutivos de gran empresa. Todos manchados por sus interés que les "resta" credibilidad a la hora de asumir como puras sus opiniones. Y, estando parcialmente de acuerdo, me pregunto; ¿como es que esa posición solo sirve para esos colectivos?...¿acaso alguien con claros intereses en la comercialización y venta de vinos puede hablar con libertad sobre este sector sin que su opinión esté claramente influida por sus intereses?, ¿es razonable creer que alguien que gestiona una feria para la promoción de la cocina pueda decir que tal o cual cocinero es el mejor o el peor sin que su opinión esté totalmente contaminada por sus intereses?,...¿Es razonable asumir como "puras" las opiniones de alguien que acude como jurado a un concurso, pagado por los mismos a los que debe juzgar?...¿y si la opinión sobre un vino o una zona la esgrime alguien que se dedica a la distribución de vinos?, ¿es razonable creerle cuando habla de una bodega cuyos vinos son parte de su catálogo?

Esta ausencia de respeto a la credibilidad es parte intrínseca de nuestro carácter. ¿Alguien puede creerle media palabra a Tomas Roncero cuando habla de fútbol?... es público y notorio que no es más que otro hooligan futbolero, madridista para más señas; ¿como puede aceptar nadie que hable desde una posición de privilegio de nada que no sea el Real Madrid?...¿como puede aceptarse que hable de lo que sea en cualquier parte que no sea Real Madrid TV?.
Pues para el vino y la gastronomía si sirve esta ausencia de credibilidad, es curioso. No solo sirve, sino que es, incluso, carta de naturaleza. Piensan muchos que su supuesta capacidad para la crítica nace en su vinculación. Así, un distribuidor tendrá más capacidad para hablar de vinos desde un conocimiento mayor y más fundado que alguien que solo se limite a comprar y beber vino. Solo así se entiende que La Vanguardia, un diario con un prestigio y una antigüedad bien conocidos, asuma como normal que Quin Vila sea su "experto" en vinos y publique con asiduidad una columna. O que José Carlos Capel sea el experto culinario de El País y, al mismo tiempo, organice y gestione Madrid Fusión, una feria de cocina y cocineros con un espacio para el vino. O que José Peñín escriba donde sea sobre lo que sea, siendo su marca (no el, ya cuasi jubilado) la que organiza y gestiona media docena de ferias del vino por toda España y en el extranjero. O Carlos Gonzalez, en su caso, como nuevo responsable de la firma calificadora, ¿que credibilidad tiene para puntuar o emitir juicio alguno sobre una bodega quien se ofrece para asesorarla, quien cobra publicidad por incluir anuncios de ellas en su guía o quien les cobra entre 600 y 1500 euros por una mesa en sus eventos?...¿con que credibilidad puntúa/opina/valora esos mismos vinos y bodegas?

Abundando más en todo esto...¿que credibilidad tiene una institución cuando cobra por, por ejemplo, gestionar la visita de un Master of Wine a un viñedo?... no digo que el/la miembro del prestigioso MoW cobre por su presencia, cosa que ignoro, pero si se de fuente fiable que se pidió dinero a viticultores por "pasear" a miembros del afamado instituto Master of Wine por viñedos hace no mucho...¿como puede cualquier opinión vertida por esa persona sobre esos vinos (o sobre los de aquellos que no aceptaron este precio y rechazaron ser visitados) tener credibilidad o valor alguno?.

Si no he hablado sobre este asunto de esta manera nunca es, básicamente, porque yo también creo que hay que comer. Creo que las cosas cuestan dinero, claro que si, y que nada es gratis. Pero la credibilidad de uno/a, cuando es eso lo único que uno/a tiene es como que un cocinero escupa sobre una olla mientras hace un estofado. Es, perdonarme la expresión, como "cagarse en la profesión", y no está bien. No esta bien.

No está bien y, además, nos minusvalora y nos denigra a todos. Falta al respeto a quien emite sus juicios desde la total independencia o a quien decide que no está bien tener intereses (interés, no hablo de otra cosa)l en sectores concretos y, al tiempo, pasar por ser "la voz del sector". No cuela.

Si uno vive de los viticultores, su dinero, su juicio, emitido sobre esos mismos vinos, zonas o sectores carece de ninguna credibilidad. De ninguna. Y no asumir que esto es así es acabar con cualquier mínimo rasgo de prestigio para, por ejemplo, el sector del vino en España. Si alguien cree que el valor del litro de granel en nuestro país es el más bajo de la Eurozona (1,08€/L) solo porque hacemos muchos vino es que no se ha enterado de nada. ¿Acaso es creíble mínimamente que la opinión en el mundo iberoamericano sobre el vino en nuestro país la exprese el mismo que gestiona, organiza y cobra alguna de las ferias que se realizan en el extranjero?...¿con que criterio puntúa, con el independiente o con el de su cuenta bancaria?.

No somos minimamente creíbles. No lo somos porque estamos vendidos a un sistema que se retroalimenta en base a una falacia; que sabe más quien más interés tiene. Y es falso. No sabe más, lo que tiene es más interés en contarlo. La gastronomía española, incluido el mundo del vino, se basaba hasta los 80 en personas y medios independientes, realistas, llenos de pasión y carentes de intereses reales en aquello que criticaron. Eramos informados por hombres y mujeres extraordinarios, venerables; Picadillo, Simone Ortega, Cunqueiro... gente que escribía sobre la cocina que quería y sobre como la quería. Y sobre vino. Y si, lo se, su criterio era el que era, pero lo era sobre los vinos de su tiempo igual que para algunos lo es ahora. Cunqueiro defendía un tipo de Albariño tan distante al actual que más pareciera el de Nanclares que el de cualquiera de esas cooperativas amparadas por el consejo regulador.

Es necesario que existan medios independientes para hablar de vino y gastronomía. Es necesario que lo sean y que, además, preservemos esa independencia. Así que si, es necesario que esas personas vivan de hablar, explicar, informar y difundir la cultura del vino y que, además, lo hagan de manera independiente. Tened claro que hasta que logremos que ellos y ellas, y no otros, sean los que califiquen, defienda, critiquen o opinen sobre vino no seremos mucho más que un puto publireportaje con patas. Un puro maremagnum de nula credibilidad donde el mismo tipo que hoy te habla maravillas sobre el vino de la bodega X en un showroom o feria profesional es quien mañana firma las calificaciones de esa bodega.

Decía George Orwell que "La libertad es el derecho de decirle a la gente lo que no quiere oír" y yo suelo ejercer mi derecho a la libertad de expresión con asiduidad, mal que le pese a muchos. Lo hago porque me enerva ver que personas con absoluto prestigio y credibilidad son ignoradas o tratadas como iguales a la par que personajes cuyo único interés ha sido siempre lucrarse en base a una posición y un poder sin base ética alguna.
Elbert Hubbard fue quien dijo que "La responsabilidad es el precio de la libertad". Pienso en esta frase cuando imagino el esfuerzo y el dolor que han tenido y tiene que pasar gente como Bernardo Estevez, Laura Lorenzo o Alberto Nanclares para hacer sus vinos. Pienso en que tendrán que flaquear, en que han tenido o tendrán que abandonar sus "trincheras" para plegarse a determinadas aptitudes del mercado si es que quieren seguir haciendo vino y viviendo de ello. Pienso en su conflicto, si es que lo tiene, y me apena profundamente. Me pone muy triste pensar en que alguien se tenga que traicionar a si mismo para poder subsistir. Y, aunque no les halla pasado a ellos, si le ha sucedido a otros.

Aquellos que optaron por pagar para participar en aquel concurso con medallita que no se cree nadie, aquellos que pasaron por el aro de la Guía Peñín, aquellos que se empeñaron para poder estar en aquella feria a 1600 euros el stand... solo siento pena por ellos. Y no hablo desde el rencor, por supuesto. Es que sé, a ciencia cierta, que una mayoría de los que hablo hacen estas cosas porque no tienen otro remedio. Para hacerse un sitio a codazos en un sector dirigido y difundido desde el puro interés por tipos sin escrúpulos. Algo similar a que Standard&Poors dirigiese el Financial Times... ups¡...vaya. Bueno, algo así.

Y aun hay quien se cree lo que dicen. Más nos valdría a todos que hablasen, por ejemplo, sobre pintura. Al menos sería una opinión sincera.




3 comentarios:

Daniel Marín dijo...

Excelente reflexión.

Daniel Marín dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
A este lado del Duero dijo...

El problema radica en que estamos en un país en el que no existen medios de comunicación independientes, o al menos con cierta objetividad coherente, es decir, que intente aproximarse lo más posible al hecho, a la noticia sin echar -con perdón- mierda a otro, al enemigo. Al mismo tiempo tenemos una sociedad que necesita estar en un bando, en un grupo enfrentado a otro. O conmigo o contra mí, que pase lo que pase, tendrás que pagar las consecuencias un día u otro.
Si este es el percal, es muy difícil que un medio de comunicación pueda sacar adelante una revista o un programa que contenga crítica con criterio y que encima soporte una réplica coherente.
Esta es nuestra condena.