miércoles, 6 de noviembre de 2019

Aún creo

Al principio todo era verdad, pero luego descubres.

El motivo de esta nueva escaramuza es que no tengo a donde ir. No puedo acudir a los sospechosos habituales porque están hartos de mi auto-compadecimiento y mi displicencia. No puedo acudir a los mios porque no se lo merecen. No puedo volver sobre mis pasos porque he olvidado de donde venía. Y, dado que solo se hacer bien una cosa, lo suyo es que escriba sobre mi alma en el único lugar donde he podido hablar de ella desde la verdad, mi verdad, esta autodestructiva y complaciente verdad.

Cuando empecé a escribir sobre vino lo hice desde el más puro y profundo desconocimiento. La ignorancia que exhibía fue legendaria. No sabía nada sobre vino, al menos nada real, nada auténticamente cierto y sometido al más mínimo escrutinio. Escribía sin saber pero, sobre todo, escribía sin deber. Lo hacía usando las herramientas que tenía a mi alcance; la comparativa, el contraste, la investigación. Herramientas que usé como periodista pero que, por alguna razón, no me devolvían nada positivo cuando tenía que hablar de vino. Instalados en el tópico y la frase vacía, los escritores de vino y gastronomía usaban una lista claramente definida de adjetivos para todos sus textos, hablasen de lo que hablase. Lugares comunes, frases vacías; "cocina asequible", "menú de excepción", "cocina llena de color", "elegante", "sobrio", "distinguido"... leyese lo que leyese, escribiera lo que escribiera, todo me llevaba a un soporífero territorio de lo negro, de lo conocido y de lo aburrido. Y si se trataba de hablar de vino...

"Se dice con frecuencia que un mito nace cuando el sujeto muere en su momento de gloria. Si nos referimos a (...), el vino no ha muerto, está más vivo que nunca. La mitificación de esta bodega no nace como resultado de un éxito comercial, sino porque los españoles somos capaces de despedazar una historia de triunfos y dejarnos seducir por el desplante o por la falsa humildad."... Aha...
"mito", "gloria", "el vino...está mas vivo que nunca", "historia de triunfos"... ni una mala palabra, ni un gesto de simple rendición al hecho mismo del interés comercial del proyecto, de la naturaleza humana de los que lo elaboran, de porqué lo hacen, de como lo hacen y a santo de que... nada.

Una enorme extensión de absurda nada recorría y recorre el mundo de la crítica de vinos y de la gastronómica hasta la aparición de los blogs, los foros y de toda aquella exultante región de personajes que durante un lustro más o menos campó a sus anchas por la red: Espeto, Ligasalsas, Diletante and friends, Mileurismo.... los hubo más mediáticos, pero nunca más verdaderos. Se bebían, se comían lo que decían y hablaban de ello. Sin más, sin menos. Pero todo acaba y, al acabar, termina.

No voy a deciros que escribí muchas cosas de las que me arrepiento porque no sería cierto. Escribí sobre cosas que creía erróneas y sobre otras que me transformaron y en no pocos casos, el tiempo me ha quitado la razón. Donde vi bondad solo hubo manipulación, donde vi verdad solo hubo estrategia. Pero, al tiempo, de entre el marasmo habitual de personas y personajes emergió también un puñado de elementos que merecen y merecerán siempre mi mayor aprecio: Xurxo, Rodri, Rafa, Abel, Loncho... por motivos y en dimensiones diferentes, ocupan un lugar en mi imaginario.

Porque esta suerte de "realismo mágico" en que el que me moví para definir a donde me llevó el vino en aquel momento surge de un lugar bastante recóndito en mi interior. De las grietas en mi mente por las que escapa esa suerte de demencia que me acompleja y me hunde. Grietas que se sumergen en un lugar muy profundo y que, como raíces, anidan en mi psique y me destruyen.

Se que escribo bien. Que carajo, escribo muy bien. Soy la ostia escribiendo. No hablo de sintaxis ni ortografía, donde soy un absoluto desastre. Hablo de sembrar semillas. Hablo de describir lugares donde yo he estado pero que pueden ser desconocidos para otros. De definir Albamar 2011 como una suerte de orilla a donde regresar. De definir a un tinto rías baixas como la consecuencia de un espíritu y de ir más allá de los "vinos atlánticos" para decir que la merenzao es la sangre roja del Xil, de la Dena o de la Ribadumia infantil de Rodri, de Loncho o de Xurxo. Usar las palabras como saetas, como lanzas y estiletes con los que ensartar, pinchar y doblegar la comodidad y la falta de espíritu de una generación de escritores que nunca debieron describir un vino, más allá del Siglo Saco. No escribir para hacer amigos sino para adorar a genios, a diosas de la elaboración.

Ir a donde solo Portela y un puñado de rojos peligrosos como él han podido ir. A ese lugar del vino o de la gastronomía a donde solo un puñado de osados navegantes han querido viajar. Mi primera comida en Pepe Vieira, mi primer bacalao en la Menduiña, acompañado de Abel Mendoza Malvasía de 2005, mi primera botella de Solar de Líbano Rva. del 95, mi primer albariño de 30 años... ¿cómo describir la felicidad desde la ignorancia?

Ahora que transito por estos lodos de desesperación y dolor constante recuerdo porqué me apunté a esta guerra. Quería decir, quería contar e ir "más allá" de la crítica vacía y acomodaticia de Peñín y compañía. Ir más allá de "Descubrimos el mejor blanco de España: es un txacolí" o de "Los 10 mejores vinos que encontraras en un Aldí te sorprenderán"... nos ha jodido, te sorprenderán y te servirán para limpiar el parqué de las habitaciones.

Describir un rioja como "un showroom de IKEA" o definir como a "Batman" a un cierto presidente de una DO por llevar capa negra quizá fue excesivo. Pero, en la era del "troleo" en televisión en prime time, en los tiempos del twitter del odio y el resentimiento más profundos me pregunto si no fui incluso blando con quien mereció alguna crítica por mi parte. No me arrepiento, lo repito, por algunas cosas y sigo creyendo que otras merecerían condena penal, pero, a riesgo de parecer converso, me callaré.

En estas lineas motivadas por la tristeza y la vergüenza me pregunto si estuvo bien escribir "La Revolución..." para que nada cambie. Si hice bien en demostrar mi pleitesía a ciertos autores para luego descubrir como la desesperación o la ambición, quien sabe, los ha llevado a pagar por medallas y lisonjas. Me pregunto si quien gasta en que lo coronen merecía mi beneplácito, mi apoyo y mi abrazo fraterno, sobre todo cuando sus vinos sobrevuelan este mundo de mediocridad como un pájaro, libres y valientes, mucho más que su autor. Vinos sinceros elaborados por una persona aparentemente temerosa y necesitada de aprecio.

Escribo para no morir en mi propio olvido. Es triste, pero es certero decir que no me reconozco por las mañanas cuando, tras un enorme esfuerzo, consigo ponerme en pie. No lo hago por mí, vive Dios, pero lo hago. Y en mis ojos tristes y oscuros solo veo los recuerdos de un tiempo en que mi alma subió a una altura inmerecida y me dejó atrás para no volver. Solo y agotado, a un paso del precipicio en que me lanzo cada noche mientras lloro en la oscuridad y recuerdo que una vez fui grande y mi sombra me obliga y se ríe de mi suerte. Porque hubo un tiempo en que fui quien de probar vinos que me superaron y que son ya algo más que meros transmisores de emoción. Vinos de suerte, de vida y de historia. Vinos que son partes del cuerpo, pies, manos, lenguas y ojos. Vinos puros, dóciles, enérgicos, viriles o femeninos, que viajan a años luz de distancia de este mundo ruin y distraído.


En esos vinos estuve y quizá ya nunca volveré a estar. Porque no soy nada más que un despojo. Porque no merezco la vida que he vivido. Porque me muero sin morir. Porque me canso sin trabajar, sin luchar, sin caminar. Porque me duele sin querer. Porque soy solo una llaga abierta que lucha por cerrarse y avanzar. Porque soy bipolar. Porque me falta creer en que hay algo más allá de este día, de esta hora, de este clic.

Y sin embargo, creo. Aún creo.



1 comentario:

Bodega Ateneo dijo...

Rediós, mucho ánimo, algunos seguimos aquí esperando tu vuelta.

Aún te queda mucho que escribir, no te rindas.

Un fuerte abrazo Maestro,

Rafa