viernes, 21 de septiembre de 2018

Incapaz de mentir

Esta semana Facebook me recuerda que hace ya cinco años del intento en vano que fue "La Revolución del Vino" y, al hilo de esto y de un pensamiento que me recorre cada vez que recuerdo aquellos momentos (expresado en el propio Facebook por mi mismo bajo el epígrafe "al menos lo he intentado") me han venido algunas ideas a la cabeza que necesito compartir con todos y todas.

Porque hay quien cree, movidos sin duda por sus buenos sentimientos hacia mi, que la publicación y aquellos 500 ejemplares significaron algo más que un gasto en papel y tiempo y si bien yo no creo que fuese algo del todo inútil y una perdida de tiempo, si pienso que la realidad de los hechos y lo que aquel ejercicio de puro ego pretendía han quedado a una distancia sideral; un bluf en toda regla, en roman paladino.

Vayamos al grano. El libro es de 2013. Lo escribí y culmine con la música de fondo de mi hijo recién nacido expresando a voz en grito su profundo malestar por haber tenido que abandonar la comodidad del útero materno para sustituirlo por este mundo frío y hostil. En ese contexto escribí algo que no respondía a ninguna estructura concreta ni perseguía ningún fin claramente definido. En parte glosario, en parte diccionario de términos enológicos, parte ensayo y parte narración pura y dura tenía algo de novela costumbrista, personajes estereotipados y bastante retórica golpista del estilo "vamos a cambiarlo todo para que todo siga igual". Eso de "la revolución permanente" y "el cambio lo haces tu mismo", en clara alusión a los gurús de la nueva alimentación que escriben esa especie de autoayuda disfrazada de compendio culinario que son libros como "Mi dieta cojea" o cualquier cosa escrita por Mikel Iturriaga para el emporio Alfaguara y El País. Y nada más lejos de mi intención que adoctrinar o pontificar sobre algo en lo que creo profundamente (no he cambiado mucho en lo que se refiere a pensar que un buen vino exige, por definición, poca producción y mucha atención personal, lejos del modelo industrial y cooperativo) pero el hecho es que lo hice mal o, al menos, no tan bien como el asunto lo merecía.

Así que cinco años después, ¿que queda de todo lo allí manifestado?. Analicémoslo.

De entrada, las fuerzas vivas notaron (por pura inercia, ojo) que a lo mejor venía bien ser junco en vez de roble y doblarse al viento en lugar de resistir a el (be water my friend, para entendernos), sin intención alguna de cambiar nada, por supuesto, pero dispuestos a entrar en la corriente de "buenísimo vitivinícola" en la que parecía que florecían los mejores vinos de la última década. O al menos los más respetables porque, en esencia, todo esto va siempre de los mismo: si uno no puede ser algo al menos debe parecerlo.
Et voila¡... ahí lo tenemos. De lo más profundo de los muy adustos y respetables clubs de la capital nace el "Manifiesta Matador" que, como su propio nombre indica, nace para "matar" (simbólicamente, claro) el pasado y abrirse al futuro: necesitamos reformular la manera en que se reparte el viñedo y eso lo va a hacer el zorro que ahora se dedica a vigilar a las gallinas. Aha.
Pero funcionó. Fue colgar una web en la que el personal podía sumarse al manifiesto, observar que con el paso de los días la cosa quedaba en nada y seguir a otra cosa. Peñín aprovechó la coyuntura para montar otro de esos salones de "Lo mejor de los mejores vinos mejorados de la mejor España, showroom tradittion review". Más mesas, más copas, más entradas, más publicidad... más dinero. Lo del manifiesto se fue diluyendo (la idea nunca fue otra, para que engañarnos) y aquí paz y después gloria. Revolución 0 - Establishment 1

Otra consecuencia de un libro tan anónimo como el mío pasa por lo bueno que soy escogiendo títulos. Tengo un don para eso, el mismo que no tengo para escribir sin faltas, estudiar una carrera o gobernar como se merece mi propio cerebro. Mis titulos son inspiradores así que, al hilo de la publicación de "La Revolución..." sale una retahíla de libros mejores o peores y con más o menos razón de ser. Pero nada importante hasta que el profeta escogido por el gran apóstol de la barrica y la levadura artificial para evangelizar a las masas en la piel de toro decide escribir un libro subido a la corriente de los tiempos y decide que se titule... "Los nuevos viñadores". Nada de revoluciones por aquí, lógico, pero si mucho "lado humano". Tenemos un libro de este año bajo el titulo "El Medoc alaves: la revolución del vino de Rioja" y un programa en televisión e Internet bajo el título "La revolución verde del vino", destinado a ensalzar lo que hacen los viticultores ecológicos.
Y ya. Nada de revolución más allá de lo evidente.

Así que, por resumir, ¿para que sirvió exactamente "La Revolución del vino"?. En esencia, para más bien poco. Me alegra que haya 496 personas que hallan leído (o no) la historia de Denis Mortet que descubrí de la mano de Paco Berciano. Me alegra haber sido el primero en poner por escrito que Rodri Mendez y Luis Anxo Rodriguez eran dos tipos dignos de mención por lo que hacían, más allá de porqué lo hacían o del resultado final. Me resulta agradable haber sido uno de los primeros en hablar de la necesidad de gestionar con cabeza "armas" del calibre de las levaduras artificiales modificadoras, de los correctores de acidez, del sembrado de bacterias o del uso de chips de madera para acelerar que el vino adquiera gusto a madera. Y, por supuesto, me encanta haber sido el primero en medir con detalle hasta que punto algunos calificadores (no todos, por suerte) no son  más que parte del establishment, una suerte de agencias de calificación llenas de intereses cruzados con cierta parte de la industria a la busca de un beneficio económico común.

Tal vez no fue mucho (no lo fue, nada de tal vez), pero esa parte si decía lo que yo quería decir y como quería decirlo. Lamento mucho lo demás; que todo esto costase tanto tiempo y esfuerzo para no tener ninguna continuidad, el tiempo y el trabajo que le costó a Mari el cubrirme en mis obligaciones mientras yo me hacía pasar por escritor presentando su última obra, que nada cambiase en esencia en el mundo del vino o, al menos, nada realmente grave y profundo. Que no haya nunca una segunda edición e incluso que algunos de los nombrados en la última página del libro, donde con una soberbia inenarrable me atrevo a decir qué me gusta a mi, como si fuese importante o destacable, ya no se dediquen a esto de embotellar la verdad porque, como decía el personaje del tío de Max Skinner en "Un buen año", "Este suculento brebaje es simplemente incapaz de mentir".
Se refería a un Tempier Bandol del 68... nos ha jodido.

Por lo demás, este tipo de recuerdos solo me vuelven a situar ante un hecho cierto, al menos en lo más profundo de mi ser: que o bien "la literatura ha perdido a una de sus voces más frescas e inestables de la última década" o "menos mal que no fue capaz de colocarnos más basura de esta porque mira que es presuntuoso y estúpido el paisano. De la que nos hemos librado".

Sea como fuere la revolución, toda revolución, necesita sangre, fuego y furia, tres cosas que no van con este negocio, con este tiempo y con esta vida.
Nada de revolución. Nada de nada.





No hay comentarios: