Seguimos con el periplo vital por la, para mi ciudad de ciudades, pasando por una de sus mayores virtudes; los cavistas.
El concepto es sencillo. Tienda de pan, tienda de carne, tienda de pescado... tienda de vino. Los Parisinos, como con lo demás, prefieren la tienda pequeña y bien atendida y la selección del producto mas próxima y a poder ser probando el genero.

En París es lo mas habitual, lo incluyen en el precio final, el catar los vinos antes de su compra y charlar sobre ellos con el propietario o su sumiller. Esto a partir de unos precios claro y de un genero concreto. Por empezar con alguno de los templos del vino en la ciudad, y por localizar un epicentro del vino, todo o al menos lo mas "gordo" pasa en las proximidades de la Iglesia de la Madeleine. Como recordando los orígenes de su arquitectura, griega clásica, el vino es protagonista a su alrededor comenzando por
Lavinia Paris (3, Boulevard Madeleine). Un gigantismo que nos permitiremos por sus 6000 referencias de vinos sobre todo Franceses y con algún detalle mas castizo (me sorprendió encontrar mi querido Jarrarte). Lo mas apabullante los cognacs de la primera planta, económicos, desde 15.000 euros...

Subiendo hacia la propia Madeleine se topa uno con otro santuario pero no solo del vino sino del bon vivant parisino mas clásico. Es
Fauchon. Las mesas de los hogares mas exigentes de la ciudad se llenan la noche del viernes de productos que salen de sus vitrinas. Paté, Macaron, Caviar o por supuesto vino (la planta baja de la tienda principal esta dedicada solo a vinos y licores) acompañando una selección de productos marca blanca propia (chocolate, mermelada o tes y pastas). Visita obligada a sus dos tiendas, la una frente a la otra a la altura del numero 30 de la Place de la Madeleine (detrás de la iglesia).

Caso a parte es
Nicolas y sus mas de 70 tiendas repartidas por todo París. Vino,vino y mas vino, de productores pequeños y no tan pequeños, a precios bajos o muy ajustados y que busca un publico muy concreto, conocedor del vino francés y que en demasiadas ocasiones esta mas cerca de llevarse gato por liebre que referencias interesantes. No es una mala opción, por variedad, pero si algo peor sino se habla un buen francés.

No quiero dejar de nombrar el paseo culinario por antonomasia para mi, por la fantástica
Rue St. Louis en L`ile, calle principal de la menor de las dos islas del Senna y donde en minúsculas tiendas se concentran productos de enorme calidad y, en algún caso, precio. En esta calle podremos desde comer helado de Ruibarbo a comprar aceite en la tienda original de Olivier&Co, después convertido de importador de aceite a cadena de cosméticos naturales.

Podremos de comprar un queso de la enorme variedad de Fromage francés a adquirir un bote de paté ecológico de
la Petite Scierie, tiendas originales y únicas vendedoras de esta linea de productos de la Campagna.

Esto es, muy grosso modo, lo que París nos da "de a poquito" en sus miles de tiendas. Pero sobre todo vino y lugares como este ultimo, que ilustra el espíritu de la cosa... a la sombra de la Madeleine, escaparate con replicas de Romane Conti del 67. Quien lo pillara...