viernes, 24 de julio de 2015

Albariño "Wall Street"

Os voy a contar una historia.

Algunas veces las cosas no son lo que parecen y otras veces si. El aspecto de algo, una noticia, un suceso, no tiene porqué venir determinado por lo que las apariencias dictan mientras que, en otras ocasiones, esas apariencias son lo único que hay para ver.

 La siguiente foto está sacada hoy en una supermercado de una cadena conocida e instalada por toda España. El precio es, por lo tanto, con IVA incluido, de un albariño con contraetiqueta de la DO Rías Baixas.
Dejando a un lado que el precio de la uva en esta DO, en compras a viticultores para su elaboración por terceros, llegó a bajar para la añada 2014 a unos paupérrimos 0,45 céntimos por kilo, las cuentas siguen sin dar. Aún asumiendo que la botella, corcho y demás no llegase a los 1,63 euros razonables para tales elementos, las cuentas siguen sin dar. Aún ajustando a lo mínimo los impuestos correspondientes y sumando únicamente el IVA perceptivo (mucho ajustar), la botella no podría costar menos de 2,95...y las cuentas siguen sin dar.

Así que, como uno es como es y esto va de lo que va, vale la pena enredar. Investiguemos por lo tanto quien o que está detrás de todo esto. Todo es publico y legal así que, ¿donde está el problema?.

En la contratiqueta de la botella figura un nombre, el único al que haremos referencia, y que correspondería a la embotelladora... o mejor, a quien solicita el embotellado, porque el envasador, cuyo registro también se aprecia impreso mas abajo, no coincide con el del embotellador, Viñedos del Salnes SL. Esta empresa pide al RE 40912-PO que le embotelle un vino que tiene en sus instalaciones y con su registro, tal y como ahí figura indicado.

Así que tenemos que; Viñedos del Salnes pide a un embotellador que le envase un vino, lo ponga en botellas, lo cierre y lo etiquete (supongo) para después comercializarlo. Rebuscando un poco vemos que la empresa que pone el registro es un habitual del embotellado a terceros, que en ocasiones envasa incluso para grandes marcas. Pero no nos desviemos.

La empresa embotelladora, el comercializador. Al rebuscar vemos que se trata de una empresa fundada en 2013 y que todo está en regla. Un único administrador la gestiona y dirige, al igual que hace con otras muchas sin relación directa con hacer vino (una vende maquinaria, otra envasa atún y en otra, fundada este 2014, también elabora vinos aunque, en este caso, con otros socios).
Si no hago referencia al nombre de este empresario es porque no considero que sea importante saber quien es o deja de ser. Lo importante, creo yo, es entender que su actividad principal nunca fue hacer vino, sino venderlo y especular con el. Desde y dentro de la mas escrupulosa legalidad, por supuesto. Pero especular.

El "modus operandi" para el caso es mas o menos el mismo. Se trata de personas con contactos comerciales de gran valor, muy continuados y nada escrupulosos, con grandes distribuidores de alimentación. Supermercados, grandes superficies, distribuidores al por mayor. Empresas que necesitan una mercancía X, en gran cantidad y rápido para lograr un beneficio directo y especulativo. Gente a la que llaman de supermercados "Perreski" y le dicen; "Oye, ¿puedes ponernos 3.000 botellas de albariño marca "Ful" a 2 euros mas IVA para el próximo Jueves?. Si es que sí lo pongo ya en la oferta a 2,99, ¿que te parece?, ¿podrás?".
Fácil y rápido. El vino sale de donde sale, porque lo hay a hectolitros. Nadie pregunta mas allá de cuanto y por cuanto. Adelante.

Y para este sistema hay docenas de mecanismos. Empresas interpuestas, que envasan bajo el registro embotellador de grandes empresas en Rías Baixas pero con otras marcas y facturando a través de otras sociedades. Empresas gestionadas por terceros, como en este caso, sin relación aparente con los grandes pero que tienen, por ejemplo, su sede en las mismas oficinas (o a escasos metros) de esas mismas grandes empresas. Hay docenas de casos y mecanismos para sacar vino y sacarlo rápido, mas allá del discurso oficial.

Porque defender que la calidad es nuestro emblema implica que las cosas feas, que ver "como se hacen las salchichas", debe quedar oculto, bien tapado. O mal, que para el caso es lo mismo. Nadie jamas se preguntará porque las etiquetas de esos dos vinos se parecen tanto y son de la misma zona... ¿por qué habría de ocultar una empresa que hace un vino cuando está tan bueno?.
La respuesta en este caso es evidente; por el precio.

¿Como explicaremos que dos vinos con una diferencia de precio de mas de 8 euros son, en realidad, el mismo vino?. La respuesta es simple: porque no le importa a nadie. Hemos llegado a un punto en el que da igual cuanto cuesten las cosas o la sospecha que pese sobre ese producto (su modo de elaboración, su origen, su coste real). Sabemos que, salvo accidentes, las garantías sanitarias están plenamente cubiertas y lo demás... bueno, para lo demás está el marketing, ¿no?

Es difícil creer a un organismo o empresa cuando dice que el suyo es el vino "mas apegado a la tierra que lo vio nacer" y después descubrir que embotella lo mismo que cobra a 11 en un sitio para venderlo a 6 en otro....y bajo otra marca. Es difícil creer a una DO cuando habla de calidad pero ignora el número de litros de su vino que hay elaborados. Lo supone, lo pregunta y lo calibra, seguro, pero al fin lo ignora cuando empiezan a salir litros y litros de vino de su zona (con y sin contraetiqueta) sin que se sepa muy bien cuantos son ni de donde salen.

Creo que vale la pena que termine hoy hablando de esta noticia que ha sorprendido a algunos esta mañana. No tiene nada de especial y, como se explica en la propia noticia, es mas un desliz administrativo que otra cosa. Pero es paradigmático. Uno de los grandes grupos bodegueros en una de las grandes DOCa españolas experimentado por un deposito (una cisterna, en este caso) de vino "no certificado" en el mismo recinto en el que se encuentra el vino que si lo está.

La duda, a estas alturas, es ¿de que se extrañan?.







* Fotos: De fuentes habituales y de mi autoría





lunes, 20 de julio de 2015

Singularidad

Laura Lorenzo no parece mala persona.

La mentalidad occidental, impuesta para este siglo por el cine y la literatura, suele atribuir a las personas una suerte que es reflejo directo de su actitud hacia los demás.  Los "buenos" suelen hacer frente a la adversidad con entereza, asumen los dramas con coraje y buen ánimo y, al final, reciben su recompensa en forma de "golpe de suerte". Por contra, los "malos", viven en una opulencia ficticia y puramente material que termina en una catástrofe apocalíptica que los destruye, en un uso verdaderamente torticero del pensamiento católico occidental.

Es por todo esto por lo que ignoro la razón que justifica lo que le pasa a Laura Lorenzo.
Laura es una chica dura, independiente. Esa imagen transmite alguien a quien no conozco todo lo que debería, pero que tomó una serie de decisiones que dejan claro que no se amedrenta fácilmente.
Laura Lorenzo es la Laura que acompañaba al resto de nombres propios con los que Dominio do Bibei decoraba el borde de las hojas de presentación con las que acompañaba cada caja de 6, por ejemplo, de Lalama. Ese "Suso,Laura,David,Ana,Javier..." que era uno solo se convirtió en muchos distintos cuando Laura y otros abandonaron el proyecto de Javier Domínguez y volaron libres.


Y Laura, que es de la tierra porque sin tierra no es nada, se decidió a hacer lo que muchos le pedían y seguro que necesitaba; su propio vino. Y, para ello, no prefirió la comodidad de un alquiler en una zona de rentabilidad certificada, con viñedo en marcha o seguir trabajando para un tercero, opción menos racial pero sin duda alimenticiamente mas razonable. No.


Ella decidió, y por eso hablo de mujer dura y de respeto, que lo interesante era recuperar viñas perdidas de la mano de Dios en Ribeira Sacra, subzona de Bibei, al límite de lo trabajable, con pendientes de impresión y en parajes cuyo valor paisajístico es indudable, pero de difícil acceso y muy complicados para la viticultura. Pero es allí, en "Langullo", "Mendoia‬",  "Soutipedre‬", "Valderodrigo‬" o "Seoane‬" donde Laura decidió hacer su vino.

Para empezar, como cualquier otro viticultor, hizo una inversión. Una inversión modesta, una suma de medios técnicos de lo mas imprescindible, modesta y necesaria. Y se lo robaron. Todo. Se lo robaron al poco de comprarlo y sin dejar casi ni que estrenara algunas cosas.
No se rindió, porque para ser de los que se rinden uno no se va al quinto comino a hacer un vino, así que continuó.

Al cabo de un tiempo, el fuego apareció. Incendios de los clásicos en Galicia, la Galicia a la que los que peor le quieren son los nacidos en ella que queman el monte por tan variopintos motivos que daría para un estudio pisco-social del nivel de estupidez que es capaz de alcanzar la mente humana. Fuegos que no afectaron en exceso a sus viñas, pero que a punto estuvieron de acabar con todo. Muy a punto. 


Cuando el protagonista de nuestra película americana de acción veraniega esquiva varias balas siempre aparece un personaje, mas viejo y sabio que le dice algo del tipo "cuidado hijo, nunca sabes de donde vendrá el próximo disparo" (léase con el tono importado habitual del doblaje para Eastwood y compañía). Y como si de una especie de remake de "Las siete plagas de Egipto" se tratase, la siguiente que le cayó a Laura fue en forma de granizo. Una espectacular granizada. Granizo, pedrisco, saraiva, sarabia... uno de los fenómenos meteorológicos mas temidos por viticultores y agricultores en general, que devasta cosechas y destroza plantas y arboles frutales. En pleno mes de julio, cuando peor puede ser, una manta de granizo destrozaba gran parte de su viña, hace solo unos días. Un desastre.


Ian Morris, arqueólogo, especialista en el mundo clásico e historiador de origen británico que actualmente trabaja en la Universidad de Stanford, en su fantástico libro "¿Por qué manda Occidente... por ahora?" (Edit. Ático de los libros) hace un resumen somero y muy didáctico sobre el mundo en el que vivimos y su origen social y económico, pero para concluir hace una predicción que ilustra algo de lo que quiero hablar para definir porque creo yo que Laura Lorenzo logrará hacer un vino singular y muy interesante en algún momento de los próximos tres años.
Dice Morris que la humanidad está abocada a uno de dos escenarios posibles: Crepúsculo o Singularidad. 
El primero, el Crepúsculo, sería un futuro devastado por las bombas atómicas en el que peligraría incluso la existencia misma de la humanidad. 
Pero por contra, la Singularidad, llevaría a un futuro lleno de avances tecnológicos que lograrían en el año 2103, que el mundo lograse los 5.000 puntos de desarrollo social, unas seis veces más que los que se tiene ahora. 10.000 millones de habitantes poblarían la Tierra y estarían fusionados prácticamente con las máquinas, algo que no se si es positivo o negativo pero que el autor argumenta sobre datos estadísticos razonados y científicos.

Yo creo que Laura camina hacia la singularidad. Una singularidad basada en los datos que me dicen que de haberse rendido lo habría hecho hace tiempo. Datos que me dicen que no se merece ni la cuarta parte de lo que le pasa pero, ¿quien se lo merecería?. Datos que me hablan de rigor, de dureza, de fuerza de carácter para dedicarse a hacer vino desde los veintipocos por puro amor al vino. 
No creo que Laura sea especial, creo que Laura es Laura y eso ya la hace especial. Como a todos, pero en su caso, con un plus de dureza inmerecida.

Yo no tengo dudas, tengo ganas de probar lo que hace, de saber hasta que punto el castigo recibido la ha hecho decidida, directa, sabia. Porque cada trastazo suma, no lo dudes. Cada golpe te hace crecer, o eso dicen. Tengo ganas de conocer la singularidad a la que nos llevará un robo, un incendio y el granizo en una persona que prefiere hacer vino en la cima del mundo antes que en la seguridad del valle. 

¿Y vosotros?





*  Fotos: De la pagina de Dominio do Bibei y del perfil de Facebook de Laura Lorenzo

jueves, 16 de julio de 2015

En un oculto lugar de mi memoria

En un post de hace unos días hablaba brevemente al respecto de lo que yo denomino "mi primer vino consciente". Era en este texto en el que, una vez mas, trataba de pasar a negro sobre blanco unas sensaciones y sentimientos que es imposible poner por escrito. Bueno, no sé si es imposible. Es imposible para mi, que no sé escribir. A lo mejor Arthur Miller si sería capaz. O Dalton Trumbo. Tengo especial predilección por los guionistas de cine metidos a novelistas, y viceversa, porque su modo de trasladar al papel las sensaciones humanas mas primitivas es parecida al mio. El modo de hacerlo, digo. El resultado ni se acerca.

Trumbo es el autor de "Johnny cogió su fusil", un alegato antibelicista de los mas bellos que se han escrito y trasladado a la pantalla con maestría por el propio autor y con Timothy Bottons y Donald Sutherland en los papeles estelares. Para quien aún no haya visto la película o leído el libro (cualquiera de las dos cosas debería ser obligatoria) la historia va de un soldado, Johnny,  herido por una explosión durante la Primera Guerra Mundial, donde pierde todas sus extremidades, y los sentidos de la vista, el oído, el olfato y el gusto. Reducido a un torso viviente, y aislado casi completamente de la realidad, rememora sus recuerdos más importantes, hasta que se ve incapaz de distinguir la realidad de la fantasía. Años después consigue comunicarse con los médicos y generales por Código Morse, moviendo la cabeza hacia delante y hacia atrás. La película termina muy mal, con Joe cantando "S.O.S. Help me" y con su cuerpo inútil e inmovilizado abandonado en un almacén y conservado únicamente para el estudio y el avance de la medicina.

Lo realmente complejo de todo esto es que en el libro Trumbo logra transmitir a quien lo lee las sensaciones de alguien totalmente destrozado. Alguien que nunca, jamas, será ni estará ni sentirá, mas allá de lo que su propia mente es capaz de generar en base a sus recuerdos. Y repasando los míos me doy cuenta de que esto del vino, las copas, los aromas y demás sensaciones no es mas que un reflejo íntimo de quienes fuimos o somos hoy, en relación a quien éramos cuando tomamos o descubrimos por primera vez aquel vino. El vino es un ancla que nos engancha a nuestros mejores (o peores) recuerdos. Y, como si de una especie de lastre nostálgico se tratase, nos obliga.

Este Solar de Líbano del 95 es, para mi, la felicidad. Ignoro su estado actual y quiero agradecer especialmente a Jabier Marquinez que haya tenido la deferencia de enviarme una de las escasísimas botellas que quedan en bodega. Pero, sea cual sea su estado, este vino es para mi el garante de la frase "hubo tiempos mejores".

No se si se me entiende cuando escribo. Tengo un estilo, el mío, que sé que hace difícil seguir mi razonamiento y en numerosas ocasiones soy farragoso o difícil para quien no sepa de que va todo esto. Es por ello por lo que dudo mucho que, mas allá de un circulo concreto que lleva siguiéndome años a través de esta bitácora o de otros lugares donde he escrito, se comprenda en realidad a que me refiero cuando expreso mi opinión.

Digo que, si mañana un accidente me postrase de por vida en una cama sin manos ni piernas, ciego, sordo y mudo, mis recuerdos serían para mi mujer, mi hijo y el vino. El vino como vehículo hacia mis pocos y bien medidos amigos, el vehículo hacia la pasión y el amor, hacia la desilusión y el cansancio, hacia la frustración o el éxtasis. Digo que si mañana fuese un vegetal, me acordaría de mis vinos. Me acordaría de este Solar de Líbano, de la Malvasia de 2005 de Abel Mendoza, del Dorado de 2000 del pasado sábado, de El Carro de 2010 de Rafa o de un Tempiere Bandol de 2001.

Son vinos que recordaré, con otra larga lista, porque se asocian a momentos en los que pude decir que era feliz. Feliz en términos relativos, como es la autentica felicidad. Feliz porque si, porque la gente que quería me acompañaba en situaciones de especial felicidad, en momentos de serenidad en la tormenta o mientras mi cabeza me daba tregua y me permitía asimilar los hechos ciertos de cada día.
Son vinos que me transmitieron cosas mas allá de si estaban ricos o no. Vinos de los que uno se acuerda siempre y que vienen a la memoria asociados a un recuerdo vívido de cariño, de celebración, de alegría. Uno de esos recuerdos que no necesitas esforzarte en volver a tener si lo necesitas.

Escribo todo esto hoy porque me parece justo decir que estoy disgustado y que me siento mal. Creo que hay cosas en las que me equivoco, pero creo qué la que motiva mi desazón actual, unión de varias desilusiones, no era merecida. Las personas y sus actos suelen ser amalgama de malentendidos humanos propiciados, en el 99% de los casos, por una mala comunicación. Uno no dice, otro no sabe, el otro no entiende y al final se genera el malentendido. Creo, además, que por mucho que creamos que los medios de comunicación a distancia a nuestro alcance son estupendos y suficientes, no es así. Por escrito somos pésimos, el teléfono "es muy frío" como decía la canción, y solo en persona es cuando uno sabe que, de verdad, lo que le están diciendo o lo que dice significa realmente lo que las palabras dicen que significa. Y a veces ni así.

Es por ello por lo que mi frustración es una y no excesiva, si no se uniesen otros factores. Son momentos duros, llevan siéndolo ya un tiempo y la verdad es que uno siente que cualquier pequeño vaivén cotidiano lo desestabiliza todo y hace grandes los daños pequeños y pequeños los grandes agravios. Y lo malo de ser feliz por momentos de minuto y medio es que son viciosos. Uno quiere ser así mas veces y entonces ocurre algo, tal vez nimio y sin importancia, que lo jode todo.
Y cuando eso pasa no hay un buen vino que lo arregle...o si, pero no lo puedes beber.

Busco y rebusco, en un oculto lugar de mi memoria, hechos que me hagan sentirme bien y razonar, como Jabier Marquinez al leer mi post de hace unos días, que hubo tiempos mejores, cuando los riojas eran vinos sensatos y llamados a crecer y no mastodontes de lomo negro, pesados y grandilocuentes. Busco aquel tiempo en que me bebí un Bandol y pensé "vaya, diez años son pocos para este vino", y pensé en tormentas y borrascas y en su belleza íntima y salvaje. Busco aquel día en que, tomándome una Malvasia de 2005 con un bacalao en la Playa de a Menduiña con el bueno de Antonio Torrado descubrí el valor de las cosas pequeñas que cuestan solo una buena conversación y el placer de hablar de vino. Busco mi memoria de un El Carro de 2010 mientras pensábamos en como se llamaría Jose Manuel y en si sería bueno, si sería listo y guapo como su madre o cabezón y feo como su padre. Y pienso en ese Marcial Dorado de 2000 y en las grandes noticias que te lanza oleadas de bondad humana de quien no tiene porqué pero es tu amigo a fuego y espada, en la distancia y desde el corazón.

Gestionar tu propia frustración es una profesión difícil e ingrata. La desilusión perpetua de tu fracaso y hacer este inherente a tu persona es solo cuestión de un descuido, aquel que una vez cometiste y que te persigue. Pero no para siempre.

No para siempre. Repítelo, "no para siempre".

Algún día volverán los buenos vinos....perdón, los buenos tiempos. Quizá.








Fotos: de mi autoría, de Joan Gomez en su blog (El Carro) y en Instagran.


lunes, 13 de julio de 2015

Aquel país desconocido

Muy de vez en cuando se dan las circunstancias para que las cosas encajen en tu cabeza. Normalmente es una sensación efímera que desaparece a la misma velocidad que se presenta, pero es siempre un momento bueno que vale la pena recordar. A mi me pasa, muy de vez en cuando como decía, y una de esas veces fue este fin de semana.

Las noches en vela en mi vida han sido siempre bastante productivas y la de este sábado lo fue también. Es razonable creer que no todo ese tiempo de sueño perdido sea improductivo y doloroso y, para mi, en muchas ocasiones, las cinco de la mañana es una hora puente entre el mundo real y los sueños que uno debería estar teniendo. Y en ese contexto fue como pensé, una vez mas, en Star Trek y en "Aquel país desconocido".

Yendo al grano: la peli es la última de la tripulación histórica de la "Enterprise" la nave que el capitán Kirk y Spoke tripulan junto a sus hombres y mujeres por la galaxia. Es la última de los actores que iniciaron la serie allá por finales de los sesenta y a su valor nostálgico se une un mensaje muy concreto que me ha hecho pensar en algo. Se trata del año 1991 (cuando se rodó) y el guión, obra de Leonard Nimoy, refleja ese fin de la guerra fría en los personajes del imperio Klingon y la flota estelar, tradicionalmente enfrentados y en batalla constante. Los Klingon adolecen como imperio su incompetencia y la Alianza no se fía de ellos y blablabla.
Pero en un momento determinado, la narración hace mención a un pasaje de Hamlet (de donde también sale el titulo, por cierto) para hablar de como la desconfianza nos impide en demasiadas ocasiones avanzar. Para hablar de como nuestra tendencia a conservar, a actuar de una misma manera, de una manera conocida y confiable, nos impide aventurarnos mas allá y descubrir.

Shakespeare recurre en su obra en numerosas ocasiones al hecho de que los imperfectos seres humanos tememos mucho antes de admitir que lo que hacemos ha dejado de ser útil o necesario. Lo hace en Julio Cesar, lo hace en Ricardo III y en Otelo y casi todas estas obras hablan de como las personas dudamos, reculamos, cuando no negamos directamente la realidad antes de admitir que nuestra insistencia en el error es lo que está detrás de nuestra incapacidad para mejorar. O para evolucionar, simplemente.

Y todo esto, ¿para que?, diréis algunos. Todo esto para tratar de entender que el momento que vivimos es solo una estación de tránsito hacia algo que será mejor o peor, si, pero que nunca será igual que hasta ahora. Os diré porqué llego a esta conclusión precisamente ahora y que cosas han activado los mecanismos mentales que me llevan a ella.

La primera es ese recorte de ahí arriba de una entrevista a X.L. Sebio, viticultor y enólogo de O Ribeiro en el que tengo una especial confianza porque no se muerde la lengua y lleva décadas en este circo diciendo básicamente lo que considera correcto. Dice Sebio "¿Cuándo llegará la moda de los vinos buenos, esos que reconoce todo el mundo? (... ) Somos pequeños, hagamos cosas de pequeños". Es simple, es razonable, es directo y es imposible. El lo sabe y yo también, pero insiste. Y lo hace porque sabe que es la única salvación real a largo plazo para zonas tan minúsculas como O Ribeiro o cualquiera de la denominaciones gallegas, por ejemplo. Producir vino depende de dos factores: viñedo y tierra. Viñedo de una cierta calidad, con unos ciertos ratios de producción y que ocupe una superficie viable para la producción que se pretende lograr (en millones de litros). Todo lo que no pase por producir bien pasa por producir mucho y si, como es es el caso, produces poco y no muy bien (como la mayoría ahora en Galicia) estas muerto.

La segunda cosa que me lleva a la conclusión que luego indicaré pasa por este otro recorte de prensa sacado de "El Norte de Castilla" por Tao Platón (@TaoPlaton)  y compartido en twitter. En esta noticia el máximo responsable de bodegas PradoRey, un grupo industrial que elabora vino en Ribera del Duero y Rueda (mucho vino) sacado de cientos y cientos de hectáreas se lamenta porque "justo cuando mejores vinos se hacen en España el consumo haya descendido". Si, justo ahora. Ahora que el precio medio del litro en exportación está en 1,10€/L. Ahora que somos el hazme reír del mundo del vino con vinos naranjas, azules o espumosos de medio pelo. Ahora que estamos a un paso de hacer "vino sin uvas" o de mezclar el vino, ese que es por lo visto "el mejor que se ha hecho nunca", con jalapeños y ostras "a ver que pasa". Ahora que hacemos tan buen vino en Rueda que, según este mismo señor, "lo tiene todo para ser la mejor región de vinos blancos de Europa"  (me meo) es cuando nos planteamos que la coctelería es la solución para hacer llegar el vino a la juventud y mejorar las infames cifras de consumo de vino. Ahora.

El tercer elemento que me inspira en mi conclusión es este tinto de José Luis Mateo. Este Muradella de 2013 es todas las cosas buenas. Es la combinación certera de uvas realistas. Bastardo, Mencía, Mouratón, Garnacha Tintorera y otras procedentes de diferentes viñedos, zonas y suelos. Un vino caro, como casi todos los de Mateo, de los que se hace un número insufriblemente corto de unidades (lo que hay). Un vino realista con su historia, con su vida y con su futuro, que es sostenible si cuesta lo que cuesta y que, en su mayoría, se exporta a países donde lo valoran mas y mejor que aquí.
Es el vino que debería estar haciendo el 75% de los viticultores en la Galicia del vino que me gusta y que vale la pena. Vinos así de buenos, así de escasos y así de caros. Y no siempre, ojo. Hay añadas no tan buenas, aún mas escasas o en las que directamente Mateo decide renunciar a sacar al mercado una marca concreta.

El cuarto y último elemento que me lleva a la conclusión que luego comentaré pasa por este Spatlese alemán. Un riesling dulce de libro, golosina en nariz pero no falto de frescura y acidez para poder con multitud de platos. Un vino que, importado, no sube de los 20€. Un azote de sulfuroso, claro que si, porque a los autores de este Peter Jakob Rihn de 2010 les importa poco que la moda diga esto o lo otro y que se valoren mas los vinos sin sulfuroso, o de viticultura ecológica (este está certificado por Demeter, por cierto) o mas frescos o menos, o como sea. Cuando hacen su vino esperan hacer el mejor vino posible con lo que tienen. El vino que mejor represente su estilo, su tradición y cultura. El vino que los representa y los identifica. Y venderlo claro.

Hoy, en esta época, venderán mucho (o no) y en el pasado tal vez vendieron menos, o quizá en el futuro. O todo lo contrario. Eso importa, claro, pero relativamente poco. Lo que importa de verdad es que te reconozcan por donde vayas, que la gente te vea y diga "Ah¡, este vinillo es aquel dulce de estilo alemán, tipo....". Eso es lo que importa. Eso es lo que garantiza que, a veces mas y a veces menos, venderás. Siempre venderás. Porque la gente sabe qué es lo que vendes. Sabe quien eres y que pretendes. Sin mas.

La conclusión a la que he llegado es simple. Es primordial que lo entendamos. Hacer vino es un negocio. Uno humano, esencial, profundo y personal, pero al fin y al cabo otro puto negocio. Actuemos como si pretendiésemos vender algo. Entendamos que quien miente y manipula, quien paga barbaridades por acudir a ferias nacionales o mundiales, quien gasta miles de euros en anuncios y quien se caricaturiza en los "mass media" para dar que hablar lo hace para ganar dinero.

No sirve de nada todo esto. Esto de escribir para 4 se tiene que terminar. Lo siento mucho, pero es así. Somos un puñado de tontainas subidos al árbol gritando a los que pasan por el camino que hay debajo. No tenemos la mas mínima importancia, y lo sabemos.

Hagamos ruido. hagamos daño. Hagamos muchísimo ruido y hagamos muchísimo daño porque a día de hoy la conclusión a la que llego es que no pintamos un carajo y somos el hazme reír del mundo del vino. Si, si, hablo de nosotros. De todos nosotros. Seamos duros, seamos crueles, seamos valientes y arriesgados. Asumamos que no somos nada para, quizá, acabar siendo algo. Algo sucio y escabroso, odiado y odioso, algo bárbaro e irracional, pero algo al menos.

Es la hora de los sucios bastardos. ¿quien se apunta?  (si la respuesta es "nadie" quedará confirmado que mi conclusión era acertada. Es una pena)

"Aquel país desconocido" es la historia de un tiempo que cambia y de algunos protagonistas de la historia empeñados en no apartarse a un lado...¿a que me recuerda?.












* Fotos de mi autoría y sacadas de twitter y Facebook, en su caso.






martes, 7 de julio de 2015

Silencio

El mayor silencio es el silencio auto impuesto.

Uno puede saber algo, incluso saberlo con total seguridad, con pruebas y contrastando fuentes y, aún así, no contarlo. Y las razones tras este silencio suelen ser muchas pero creo, desde mi particular punto de vista, que hay dos que prevalecen por encima de todas las demás.
Uno puede callarse por el bien de otros o por el propio. Básicamente, todas las posibilidades que lleven al silencio personal pasan por uno de estos dos motivos principales.

Por ejemplo. Uno puede saber que las cosas se hacen mal o no del todo bien en tal o cual bodega y callárselo porque, como suelen decir los palmeros de la industria "se trata de empleos", "habláis con mucha libertad y sin respeto del trabajo de los demás" y otras perlas de igual calibre. Y la verdad es que sí, se habla con mucha libertad, algo consagrado en el articulo 20 de la Constitución Española siempre que no se falte a la ley que regula ese derecho. Hay en España (herencia del pasado, supongo) mucha gente que se lleva muy mal con la libertad de expresión de los demás. Pero el hecho es que cuando yo digo e insisto hasta la saciedad en las malas decisiones de la DO Rías Baixas pienso más en esos empleos que los que se callan o moderan su mensaje.

El otro silencio es más complejo y analizar sus razones toca las lindes de lo personal de un modo que hace inviable un análisis externo. Porque si yo me callo en algo, es porque ese algo vale mucho la pena, al menos para mi. Si yo no cuento lo que se, lo que creo o lo que me parece sobre un asunto concreto, aunque ese silencio sea solo temporal, es que algo pasa que merece que me calle.

Veo estos días lo que viene siendo un frente mediático de libro organizado desde Alvaro Palacios (marca registrada) y su troupe para dar al bodeguero la dimensión que supongo que hace tiempo se merece. Lo veo con Iñaki Gabilondo en el Plus, lo veo con Pepa Bueno en Mediaset y lo veo por doquier, hablando de un mundo del vino que levita a tres centímetros del suelo y que eleva a las personas a estadios y universos que jamas creeríais.

Y, ojo, digo todo esto desde el mayor de los respetos. Lo veo y me alegro de que alguien que lleva años haciendo las cosas de un cierto modo explota, ahora si, su éxito personal y el de alguno de sus vinos para lograr que, al fin, los "mass media" hablen de vino como hablan de cocina. En base a referentes "top" al estilo de Adria o Jordi Cruz. Personajes mediáticos que arrastran tras de si, cual cola de cometa, una larga lista de personajes menores a diferentes niveles pero siempre tras el brillo de la cabeza del cometa, ofuscados pero presentes, ocultos pero a la vista.

La cocina tiene docenas de personajes así, a los que una pléyade de frikis adoran sin fisuras pero que para el común de los mortales (los que ven Cuatro o Telecinco, por ejemplo) son totalmente anónimos. Iago Castrillón, Lucia Freitas, Juan Teja, Sefa Ínsua... algunos suenan y otros son directamente desconocidos, pero todos son artistas, cada uno en lo suyo, cada uno con sus medios y su experiencia vital. Y todos son humanos y normales. No levitan, no elaboran néctar y ambrosía. Hacen de comer, pero muy bien.

De igual manera, un buen puñado de personas hace vino. Unos son más artistas, otros son hipis y algunos de lo mas común y corriente. Unos son estridentes y otros discretos. Pero hacen vino que se bebe (y muy bien) y que se puede comprar. Vinos de 5, 10, 15 0 20 euros. Incluso de más. Pero accesibles en un país como este para la mayoría. A esas personas no les hará ni puñetero caso nadie nunca porque para que te hagan caso has de ser, como mínimo, el primer 100 puntos Parker, distribuido por Vila y de perfil medio-alto, con un toque kitch o, al contrario, con un aire "Daliniano", a saber; artistas entre friki y atormentado que se vuelven accesibles para la élite de los medios pero  inaccesibles para el resto, con un discurso de raíces, abierto, vulnerable pero firme y siempre con un toque místico. Al gusto de esos entrevistadores, al gusto del gran publico para hacer interesante algo que no le interesa a nadie.

Alvaro Palacios hace un enorme favor al mundo del vino, es indudable. Y a si mismo, por supuesto, es lo suyo. Lo que dudo es que ese favor sea trasladable a la parte del mundo del vino que se pelea hoy contra bodegas de producción masiva y que pierde inexorablemente la batalla. El número de "Dalis" que se puede permitir al mismo tiempo una sociedad, me temo, es finito. Uno, tal vez dos a la vez. Nada más.

Se sorprende, en la entrevista que se programaba este domingo en Cuatro, Pepa Bueno cuando Alvaro Palacios le dice que tiene una finca "de media hectárea" que solo produce 1000 o 1500 botellas pero que es "un capricho de la naturaleza"....
Se sorprendía la periodista amigos. Mucho.

La clave de todo está en el silencio. Los silencios. Decía hace unos días en un twitt Victor de la Serna que "Coche-Dury, Roulot: de Meursault y famosos. Luis A. Rodríguez, Xosé L. Sebio: del Ribeiro y los conocemos cuatro gatos.". Pues si, así es.
X. L. Sebio es hoy, en mi modestísima y desinformada opinión, el personaje que más claro lo tiene en el mundo del vino. Hace vinos realistas, cercanos a su variedad y origen y razonables en precio y alcance. Es justo pero inflexible en sus razonamientos, debate con "tecnológicos" y "naturales" por igual y es, por su personalidad, imposible de "agilipollar". Su opinión no flota a 3 centímetros del suelo, ni falta que hace. Pero sus vinos son de lo mejor para muchos y, cada vez, más accesibles y certeros. Es, básicamente, un tipo de Vigo que hace muy buenos vinos en muy difíciles circunstancias. Y me juego algo a que ni Pepa Bueno ni Iñaki Gabilondo le harán nunca una entrevista como esta.

Es un silencio y es una pena.






Fotos: Capturas de la entrevista en "Viajando con Chester" (Cuatro)