miércoles, 14 de enero de 2015

Acio, puntitos y la brecha cósmica.

Empieza mal 2015, con una de esas noticias que te remueven y te llevan a recordar días y noches gloriosas, momentos importantes y sensaciones a raudales. Cierra Acio.

Mi vinculación con este espacio singular y los que lo crearon y elevaron a los altares de lo mas esencial en gastronomía es difícil de resumir y trasladar por escrito. Va incluida en un profundo afecto a aquellos que se exponen, que apuestan y que se arriesgan. Va unida a un modo de entender lo del comer y el beber, a que te acojan con los brazos abiertos sin conocerte de nada, a que te aprecien por ti mismo y no por lo que haces o por quien eres. Acio es, era, la marca indeleble en el universo de la comida con mayúsculas de Eva y de Iago. O de Iago y de Eva. O de ambos y lo que son por igual, pasión, esfuerzo y trabajo. Me cae bien este tipo de gente. Gente que cree sin creerse. Gente cien.

Cierra Acio y, creo yo, se cierra un tiempo. Dejamos atrás una manera de arriesgar no apta para cardiacos y entramos de lleno en el tiempo de la nadería. Triunfan en la cocina, como en la política, los centristas. Ni para allí ni para allá. Ni chicha ni limoná. Nada.

Acio abrió sus puertas en una taberna tan parecida al concepto de cocina de Iago Castrillón como AC/DC a la música clásica. Ambas son música. El "Meia Pataca" era lo que era, una taberna clásica compostelana, cepas de plástico colgadas del techo, mesas de piedra para picar raciones de raxo y zorza y vino "por cuncas".  Y ya.
Acio consiguió que en cuestión de semanas nadie hablase de la decoración. No había tiempo. Los ojos en el plato, la nariz en la copa, la boca desbordada. Y eso a base de trabajar, de evolucionar, de creer y de crecer "in situ".

Me quedo con la ultima (que era penúltima pero ya no lo será), con el amigo Mariano y el gran Jorge Diez. Tremendo todo, incluido un "Tras da viña" de 2004, en magnum¡. Espectacular.
Gracias Iago. Gracias Eva.

Empieza mal 2015, entendedme, pero hay cosas que no cambian. Veo jolgorio y alborozo con las puntuaciones del calificador (no, ese no, el otro...) que dice que los vinos gallegos, algunos, son la leche y los pone de 90 puntos para arriba. Sigo creyendo que poner puntos a un vino es como ponérselos a un mate en baloncesto...depende. Y lo mas jodido es que cada día somos menos los que creemos que esto no es para nada bueno. Es la simplificación máxima de lo menos simple que existe. Pienso en la enorme distancia que hay que recorrer para diferenciar un albariño standard de, por ejemplo, un elaborador particular de esos que por aquí gustamos y me digo, "tampoco es para tanto, solo un punto los separa. Al fin y al cabo, ¿Que es un punto?".

Ay, amigos. Un punto es....el universo. Un punto porcentual separa a los ganadores de los perdedores tantas veces. Puntos. Siempre me ha maravillado lo metódico de quien es capaz de reducir a una fría cifra cosas que para mi son tan profundas. Reducir a puntos un Goliardo, un Pecado, un Zárate. Reducir a puntos la acidez punzante de un Albamar, o de un Nanclares. Medir con un simple dato numérico la golosidad tras la merenzao, la caiño. Cortar con cifras una loureiro y los recuerdos a matanza, a fruta de verano, a maleza. Esa extraordinaria capacidad yo no la tengo pero, me parece que ni falta que hace.

Hay cosas inamovibles. El amor, el desamor, la piedad, el odio, la voluntad. No podemos medir la mezquindad, el desahogo, la tristeza, la soledad. No son medibles ni la envidia ni el respeto. No se puede calcular. Es, como dicen los anglosajones, "uncountable". Inmedible. Imposible de cuantificar.

Me niego a aceptar que la fe ciega de Pilar en sus viñas, sus ovejas y sus gallinas felices se pueda medir y calificar como un vulgar producto bancario, o un kilo de patatas, que es un kilo, mejor o peor, pero uno. No hablamos de capacidad, peso o distancia, ni de volumen o duración. Hablamos de gusto. Del gusto. "Is uncountable my friend".

Hay otra cosa que me produce una profunda desazón estos días (además de la fiebre, claro). Leo estos días en un medio esto y claro, me preocupo. Dejando a un lado el tenor del articulo, lo inexplicable de ciertas posturas (hablamos de vino, no de tornillos) y otras consideraciones, la realidad es tozuda como pata de burro. Y la realidad dice que los vinos españoles mas vendidos en exportación por abrumadora mayoría son a granel, el vino embotellado en cristal ha ganado a los demás formatos en España por primera vez en años y el precio medio al que se vende una botella de vino  (en distribución generalista) no supera los 4,14€.  Y el articulo mide los gustos de los potenciales consumidores en función de estas realidades y llega a la conclusión (errónea o no) de que lo que hay que hacer es "revisar los lineares de izquierda a derecha y de arriba a abajo. Las estanterías mas cerca del suelo, donde acaban los vinos con menos circulación, esconden a menudo productos interesantes". Tócate los pies....  un montón de libros, consultas, visitas y catas para nada. Lo único que tenía que hacer era "revisar los lineares de izquierda a derecha y de arriba a abajo".

Esta es la distancia real amigos y amigas. No hay mas ciego que el que no quiere ver. Esta es la distancia. Enorme. Hablamos de sensaciones, de tradición, de respeto al terruño, otros de puntos y calificadores...y la clave está en mirar los lineares, cual lineas de Nazca. Mirar los lineares y la verdad os será revelada.

No son tornillos. No se pueden calificar por su medida, grosor y pase de rosca. No valen ni por lo que pesan ni por donde están colocados en un lineal de un supermercado. Son, deben ser, mucho mas de lo que representan porque sino, en mi humilde opinión, solo son otro vino mas. Y para eso yo al menos no me apunté a esta fiesta.

No, no es un buen principio para 2015.

Ya mejorará.




* Fotos de este mismo blog.

sábado, 3 de enero de 2015

Aclaremos algo....

Hay una parte intrínsecamente personal a declarar filias y fobias en Internet sobre algo. Sobre lo que sea.

En mi viaje privado a las tinieblas de la mente humana he descubierto que no son muchos los que aparentemente tiene a buen recaudo su salud mental. Tampoco son mayoría los que, desde su propia y única visión, desde su personal punto de vista, son capaces de entender que la forma de ver el mundo de cada uno es un acto puramente pornográfico. Que es imposible, por defecto universal, acertar siempre, o casi siempre, en una recomendación. Que lo que diga Pepito o Juanito sobre esto o aquello no es mas que un pixel en una pantalla de millones de pixeles por centímetro cuadrado. Que no hay reglas válidas para definir el gusto estético, ni el gastronómico, ni el literario ni ninguno que tenga que ver con los sentidos humanos. Ni vista, ni gusto, ni oído, ni tacto, ni tampoco el olfato. Es imposible.


En ese contexto leo y escucho críticas al crítico solo por serlo y no es esa, no ha sido nunca mi intención. Mi crítica no es al crítico, es al interés del crítico en qué y para qué criticar. Es la ambición del crítico el problema, no su gusto ni sus ideas. Es su ánimo en la ofensa, o en el halago, lo que yo critico.

El mundo del vino vive tiempos convulsos pero, como siempre, el problema no son las cosas. Son las personas y sus actos. Las personas que ahora, mas de un lustro después, admiten que existe un problema, estructural no coyuntural, y se arrogan sin rubor la primicia. El crítico llega (ahora¡) a la conclusión que el consumidor informado llegó en 2009. Yo, sin ir mas lejos. Y me jode, para que negarlo. Me jode tanta complacencia con el poder, tanto beneplácito al poderoso y tanto palo a quien no se puede o quiere defender.

Hace meses "el crítico" daba palmadas en la espalda de la DO Rueda mientras castigaba a sus colegas de profesión en una entrevista ampliamente difundida. Bien es verdad que después el mismo se desdecía, en Twitter, pero en ninguna parte el medio ha publicado nota de descargo o enmienda a sus palabras. Así que sí, el crítico, como siempre, saludó al poderoso criticando al compañero.

Hace años algunos, poniendo en juego nuestra credibilidad y buen nombre acusamos claramente a las DOs de arcaicas y caducas. De estar fuera de la realidad del nuevo tiempo que se abría, de la nueva viticultura, que es la vieja pero con sentido común y de no acertar nunca en los planteamientos, poniendo en riesgo el futuro de sus propias zonas vitivinícolas. Lo hicimos (hablo sobre todo por mi) a sabiendas de que exponíamos mucho en una guerra que ni era la nuestra ni bajo nuestra bandera. Pero lo hicimos, al menos yo, porque consideramos que era lo justo. Lo hicimos, los criticamos, los denunciamos, porque vimos a decenas de viticultores quejarse de que la DO les hacía mas daño que bien, los minusvaloraba, los retenía y entorpecía en su evolución por medio de una burocracia decimonónica y unos criterios vacíos y anticuados.

En aquella ocasión, en la "trinchera" estuvimos unos pocos alocados, los típicos enterados que oímos la llamada a filas de los mas aventurados y que salimos de allí con bien o con mal. En la trinchera aquella vez no vi a Peñín. No lo ví ni a el ni a ninguno de los tres o cuatro a los que, ahora, he leído sin rubor anunciar el fin de las DOs. Ahora.

Y no creo que esto sea una competición. No creo que se trate de una carrera, pero lo justo es justo. Y, en mi opinión, poco o nada puede decir sobre este asunto quien, en buena parte, a sustentado su criterio, su negocio y su vida en base al mismo status quo que ahora se atreve a criticar.

Decía Al Gore sobre la negativa a reconocer que el cambio climático es un hecho científico incontestable por parte de los republicanos, que:" Es difícil conseguir que un hombre entienda algo si su sueldo depende de que no lo entienda". Dudo mucho que, si mañana el dinero vuelve a correr a espuertas en el "gremio" de los que ahora, no antes, anuncian el desastre estos sigan por ese camino.

Por eso es importante saber donde estamos y porqué. Estamos en esta fase porque hubo algunos que expusieron, expusimos, mucho para dar voz a amigos y aventureros del nuevo vino, del de verdad, del autentico y apasionado. Expusimos "salud y hacienda", como escribía Lope y lo hicimos contra viento y marea. Es justo que se diga y es justo que se reproche a quien no estaba entonces en la trinchera. A todos ellos.

Otra cosa es que alguien, ahora, tenga el valor de hacerlo. Eso, tal vez, sea pedir demasiado.